El brillo de la estadística

Hay partidos opacos como éste; sin embargo, en la historia los encuentros Betis-Barça (sobre todo los que se han jugado en el Villamarín) han sido particularmente brillantes. Anoche se conjuraron algunos elementos pervertidos del fútbol, que pasan por el arbitraje y continúan por el carácter bronco de la bienvenida que los jugadores andaluces le dieron al más brillante de los jugadores del Barça de este momento. A Neymar le dieron desde que empezó el encuentro, por esa cuesta abajo se sucedieron luego incidentes indeseables, como el penalti que no fue o como las tarascadas sucesivas que se produjeron ante la mirada distraída del árbitro.

En una atmósfera así no eran bellos ni los goles, aunque uno de ellos, el segundo del Barça, que fue un gol compartido, supuso la estrella más feliz de una noche que resultó impropia de un partido así. Porque comenzó la historia con una exhibición estadística formidable, esos cinco trofeos del Barça en la noche en que Messi, el mejor del mundo (probablemente), jugaba su partido número 500. Una ocasión así había que celebrarla de otro modo; pero también juegan los árbitros, y hay jugadores que defienden atacando los pies de los contrarios.