La bravura perica debe ser el espejo

Me emocioné ayer viendo por televisión el derbi de Cornellà entre el Espanyol y el Barça. Los pericos jugaron con la intensidad de once búfalos. Ni un segundo de relax, ni un metro de tregua. De pequeño me dijo mi madre que si la vida me dejara escoger, eligiera siempre lo mejor de lo mejor. Por eso me hice del Madrid. De niño veía la fiereza de Pirri, Benito, Camacho, Stielike, Juanito, Santillana... Grandes futbolistas que, además, añadían un plus de bravura que te contagiaba hasta emocionarte. Eso sentí ayer viendo la actitud de los pericos de Galca. Eso es un equipo. Sin miedo, sin complejos, con orgullo de camiseta...

Eso es lo que no vimos los madridistas en el sonrojante Clásico del Bernabéu, ni en la segunda parte del Calderón y el Pizjuán, ni en el primer tiempo de Villarreal... La indolencia es un pecado capital en el ADN vikingo. Por eso, le pido a mi equipo que hoy salte a Mestalla como ayer el Espanyol. Que se olviden del tortuoso 2015 y recuerden que defienden la camiseta del mejor club de la historia del fútbol. El orgullo no se proclama, se exhibe en el terreno de juego. El respeto se gana, no se impone pisando el acelerador a 200 por hora o quedando fuera de la Copa por el despelote estructural que sufrimos. Hoy queremos ver al Madrid. El de toda la vida...