El Madrid mereció más

Actitud 10. Cuando expulsaron a Kovacic en el minuto 68, los agoreros más escépticos pensaban que el Madrid se veía abocado a un nuevo Waterloo con consecuencias sísmicas en la planta noble del Bernabéu. Pero en ese instante irrumpió el Madrid de siempre, ese al que yo apelaba ayer en estas mismas páginas. Un Madrid con orgullo, sin miedo a ir por la victoria pese a su inferioridad numérica. En ese arreón final donde las pizarras desaparecen y sólo consiguen cuota de pantalla los jugadores, el partido estuvo a punto de caer de cara para la castigada tropa de Benítez. El golazo de Bale de cabeza parecía servir, pero Paco Alcácer es un cazagoles nato y enchufó la única clara que tuvo. Pero ahí, de nuevo, el Madrid respondió con grandeza, buscando con ahínco el 2-3, con un Marcelo y un Bale desatados por la izquierda y Lucas Vázquez y Modric por la derecha. Con un Cristiano más inspirado, los tres puntos se hubieran venido para la capital. Pero a mí no me sabe mal el empate. Jugando con alma, al fin del mundo. Punto de inflexión. Punto de ESPERANZA.

El árbitro. Sánchez Martínez es un debutante en Primera y un árbitro con futuro. Pero mira por dónde, con 0-1 dejó sin sancionar un penalti clamoroso sobre Bale, por parte de Orban, que se vio desde el río Turia. No lo pitó y, lo que es la vida, en la misma acción acabó haciendo uno Pepe, también muy claro. Pero ese sí lo pitó. Vaya por Dios. Pasamos de irnos 0-2 al descanso a irnos 1-1. Y el sábado el árbitro perdonó un penalti claro de Mascherano que hubiera dado el triunfo al Espanyol. Curioso. Con las decisiones correctas de los colegiados en este fin de semana, ahora mismo el Madrid tendría 39 puntos y el Barça 38...

Concierto de la BBC. Regresemos al principio. El arranque del partido fue un monólogo madridista. Cuando el Madrid mandaba y en Mestalla sólo se veían camisetas azules por todas partes, irrumpieron los tres tenores. La BBC. Ese trío de genios capaz de desesperar cuando desconectan y ponen su ordenador futbolístico en off, pero que maravillan a todos y ponen a la afición de pie cuando deciden recordarnos de lo que son capaces. El 0-1 fue un monumento al fútbol. Se lo fabricaron ellos tres solitos. Benzema se la pasó a Bale cerca de la frontal del área. El galés se inventó un maravilloso taconazo en prolongación hacia Cristiano. El vigente Balón de Oro hizo una dejada perfecta a Karim, que venía de frente. El francés, con su frialdad habitual, ajustó un disparo perfecto que derrumbó la frágil estructura defensiva del Valencia. Era su gol 149 de blanco en 298 partidos (0,5 de promedio). Un tanto que permitía creer en un Madrid, por fin, estable, equilibrado y regular, que diría Ramos. Pero después llegó esa habitual desconexión y unos minutos de planicie. De hecho, la roja a Kovacic fue la que les puso las pilas. Fenómenos extraños que siempre acompañan al PB (Proyecto Benítez).

Daños colaterales. Lo que sí es evidente es que el técnico madrileño, amado en Mestalla y discutidísimo en el Bernabéu (eché de menos que Rafa criticase el arbitraje con la vehemencia que él mostraba al respecto cuando su Valencia jugaba aquí...), tiene fritos a James, Isco y Jesé. Tras jugones que ya pintan poco o, directamente, nada. Un peligro pensando en el futuro. Pero el calendario próximo ayuda a pensar en positivo. Me lo trasladan los amigos de Albal (Valencia), cuya Peña HatTrick se fue esperanzada pese al empate. Y yo también.