Perdónenme, me voy a poner sentimental...

Me van a perdonar. Voy a quitarme la chaqueta de periodista y me voy a poner sentimental por un momento. Ayer viví uno de los días más intensos de mi vida. Ayer recordé con emoción mi primer encuentro con el hombre que, ahora, tiene la dura misión de devolverle la ilusión al madridismo. Fue en julio de 2001, en la antigua ciudad deportiva. Me acerqué a Zidane para presentarme y le dije: “Hola Zinedine, soy el corresponsal de L’Equipe. Creo que a partir de ahora nos vamos a ver mucho…”. “Pues sí”, me contestó. “Es muy posible que pasemos mucho tiempo juntos”. En aquel momento, ninguno de los dos imaginaba que, casi quince años después, mi compatriota sería el nuevo entrenador del club más grande del mundo.

Me imagino que muy pocos madridistas tienen dudas de que Zizou sea el hombre idóneo para remontar el vuelo. Pero, por si acaso, quiero compartir con ellos el conocimiento que tengo de la persona y del profesional que desde hoy se va a sentar en el banquillo. Zidane es una de las personas más honestas, más fieles, más rigurosas y más trabajadoras que he conocido en mi vida. Con él, no habrá malas sorpresas. Te habla a la cara y siempre te dice lo que piensa. Lo mejor que le puede pasar a un vestuario es que un hombre de este calibre esté al mando. Pero, sobre todo, es un ganador nato, un “competidor” como le gusta describirse a sí mismo. ¿Y quién es el club más ganador del mundo? El Madrid, por supuesto. Así que no puede haber mejor pareja.