Juanma Trueba

Rafa Benítez: el entrenador que nunca existió

Zidane es guapo, alto y tiene los ojos verdes. Benítez es gordo, de mediana estatura y nadie sería capaz de recordar el color de sus ojos. Zidane es el representante de la belleza y Benítez era el mensajero del orden. Zidane marcó el gol de la Novena y Benítez no pasó del Castilla. No hay color, si lo que se buscan son colores. 

Se comprende, por tanto, la ilusión del madridismo: le han cambiado un utilitario por un descapotable. Que nos encontremos en pleno invierno es un asunto circunstancial porque el coche todavía está en el garaje y ahí resulta imbatible e incomparable, cegador de tanto brillo.

La ilusión de los aficionados resulta enternecedora. Esta misma mañana, en el Hoy por hoy de la Cadena Ser conectaron con Valdebebas para hablar con uno de los muchos niños presentes en el entrenamiento del Real Madrid. Preguntado por lo que esperaba del nuevo entrenador, el chico respondió: “Que meta goles”. Los niños son los únicos seres humanos que siguen viendo a los reyes desnudos.

La confusión del crío delata la confusión de bastante gente. Quienes consiguen aceptar que Zidane no saltará al césped durante los partidos, imaginan que el equipo se contagiará inmediatamente de su sentido artístico, como si los futbolistas fueran a jugar con tutú el próximo partido. 

Asumo que Florentino participa de esa enajenación. Siempre he percibido en él un deseo de apoderarse de la historia, aunque fuera tarde y de la historia sólo quedara el recuerdo. Así entiendo el fichaje de Arrigo Sacchi, como un intento de capturar el Milán de los holandeses. Es el mismo afán que lleva a ciertos jóvenes, generalmente de dudosa moral, a relacionarse con ancianas estrellas del cine o de la canción. Pienso en aquel tipo cubano que se ennovió con Sara Montiel. Recuerdo su feliz rostro por haber logrado lo que tantos hombres deseaban… hace cincuenta años.

Pero no pretendía yo extenderme sobre Zidane, sino hablar de Benítez, aunque ya puedan comprobar el resultado: los guapos nos vencen (con las guapas es peor, nos aniquilan). Intentaré corregirme, no obstante. Lo que más me llamó la atención del cambio de entrenador fue el desprecio del club hacia el técnico saliente. Digo desprecio, pero debería decir ninguneo. Benítez jamás fue considerado. Por español, por gordo y por ojos de color indefinido, valga la exageración no tan exagerada.

Benítez cometió el terrible pecado de querer entrenar al Real Madrid sin poner condiciones y sin tener glamour. La paradoja es que el entrenador tacticista se entregó al deseo y olvidó la estrategia. Hay retos (hay ciertas mujeres) que sólo pueden ser afrontadas con un sesudo plan de seducciones, rechazos y disimulos. Benítez aceptó fichar por el Real Madrid consciente de que tenía los jugadores en contra y aun sabiendo que el presidente no era el ideólogo de la contratación. En un arrebato de admirable romanticismo, pensó que podría cambiarlo todo pero no cambió nada.

Siete meses después y borrado de la historia, el principal reproche que se le puede hacer no es de carácter deportivo, sino personal. Hasta el último instante se dejó utilizar por Florentino. No debió ver Rounders: “Si a los cinco minutos de empezar una partida de póker no sabes quién es el primo, significa que el primo eres tú”.