Zizou, a tus pies

Ilusión infinita. Eso es lo que ha generado la vuelta a casa del mago marsellés. Su sola presencia en el banquillo del mejor club de la historia ha instalado un anticiclón emocional que resulta apasionante. El Bernabéu respiraba ayer fútbol por sus cuatro costados. Ni una mala cara. Ni un mal rollo en los aledaños del santuario de La Castellana. En los prolegómenos de la manita al Depor, la tienda estaba llena de aficionados comprando la camiseta de Zizou. Después, ovación atronadora cuando el speaker anunció por megafonía su nombre: “Entrenador, Zinedine...”. “¡¡¡ZI-DA-NE!!!”, respondieron a coro los aficionados que poblaron las gradas en buen número. Ante el Getafe hubo 64.897 espectadores. Sólo 60.663 con el Malmoe. 61.584 con el Rayo. 69.896 ante la Real Sociedad pese a las vacaciones navideñas. Pues ayer entraron 71.627 testigos al debut oficial de Zizou como primer entrenador del Madrid. Nadie quería perdérselo. Ninguno se habrá arrepentido. Festival de juego, de goles, de intensidad, de calidad, de actitud, de todo... Mi hijo me telefoneó al acabar el partidazo y me dijo: “Papá, qué bueno es Zidane. Ya ganamos por goleada y jugamos bonito”. Parece que el francés tuviera la autoría de los goles, pero no es por hacer de menos a Bale, Benzema o Cristiano. Es hacer justicia con la maravillosa metamorfosis liderada por el hombre que hace una semana defendía humildemente la suerte de nuestro Castilla en un coqueto lugar de La Mancha (La Roda). Fue el guión soñado para su debut.

De la BBC a la BBZ. Zidane alumbró el talentazo genético que poseen Bale y Benzema. Sin duda, vimos el mejor partido del Expreso de Cardiff desde que viste de blanco (su golazo en Mestalla al Barça fue la caña pero no tuvo una actuación tan completa como la de anoche). Su hat-trick es lo de menos. La cuestión es cómo mordió. Estuvo en todas. Bajaba, basculaba, entraba por la derecha, por la izquierda, iba por arriba (es el mejor cabeceador de la Liga), era un demonio entre líneas, buscaba paredes con sus compañeros de tridente, chutaba de lejos junto al palo... Todos los registros imaginables. Hasta apareció en defensa para evitar un gol del Depor en plan Ricardo Rocha, un central brasileño de los años 80 que hacía segadas inverosímiles en el área para evitar goles del rival. Zizou también demostró ser un gran director de Recursos Humanos. Cambió a Gareth con 4-0. El Bernabéu se puso boca abajo. Ahora sí que es El Príncipe de Gales.

Y los jugones. No quiero parecer displicente con Benítez. El hombre lo intentó todo, pero se equivocó. Me gustaría preguntarle qué razón siniestra le llevó a poner a Danilo en vez de Carvajal (el canterano firmó un partido para enmarcar) o cómo pudo tener sin minutos a jugadores de talla XXL como Isco o James. Es como si el director del Museo del Prado escondiese en un cuarto trastero el cuadro de Las Meninas alegando que no es necesario exhibirlo para atraer a los amantes de la buena pintura. El Madrid jugó con los buenos. Hasta disfrutamos con un caño de Jesé, otro de los damnificados del Rafaelato. Que el Depor no se reproche nada...

Felicidad vikinga. Me trasladan su euforia los peñistas de Villaraltera (Córdoba), Rauf de Tetuán (Marruecos), Andrés de San Fernando de Henares, y Jesús y sus peques Rodrigo y Alonso de Olaf El Vikingo (Guadalajara). Zizou, gracias por habernos devuelto la FE.