Messi en la antesala de la gloria

Messi estuvo sublime ayer, como casi siempre; está a un paso de la gloria, otra vez, pues mañana se entrega el Balón de Oro en Zúrich y el partido ante el Granada parecía el examen final de un aspirante que viaja con ventaja. Bastante. Lo que acompaña a esta triple acción goleadora de Messi, ahora y en otras circunstancias, es la serenidad con la que afronta el carácter ganador que tiene su fútbol. A la gloria que ya tiene no le añade vanagloria; sigue centrando y reclamando juego, desde el medio campo y más atrás, y ejerce sobre los demás asimismo un liderazgo sosegado, que no se alimenta ni de su experiencia ni de su sabiduría, sino de algo que se aprende en la escuela y acompaña siempre a un futbolista bueno: las ganas de jugar. Y para jugar es indispensable, en cualquier juego, estar con otros, ayudarles para que te ayuden, soldarlos a tu pie como si fueran hermanos de sangre o de corazón.

Ese trenzado difícil que al fin ha logrado en el área contraria con Luis Suárez y Neymar, y con quienes se le acerquen, contrasta con otras épocas en que le querían quitar otros el lugar central que tenía en los sucesivos tridentes… Jugar así debe saber a gloria, más que la propia gloria que le espera.