Juanma Trueba

El estadio de Balaídos y aquellos inolvidables partidos de waterpolo

En Venecia lo denominan “acqua alta” y en Vigo exclaman “¡carallo, cómo chove!”. El resultado es el mismo: la inundación de la Plaza San Marcos y el desbordamiento del río Lagares junto al estadio del Celta. La solución también es similar: la instalación de una pasarela que permita caminar sobre las aguas sin necesidad de canonización.

La foto, tomada el 24 de octubre de 1976, muestra a los futbolistas de la Unión Deportiva Las Palmas sobre el pantalán de Balaídos, camino del césped (léase caldo con grelos). Las caras de árbitro (Soto Montesinos) y los jugadores (Páez, Carnevali, Martín, Morete, Brindisi, Wolff…) son de resignación ante el chapuzón que se avecina. Es más que probable que los visitantes hubieran dejado Gran Canaria con 25 grados y los turistas al grill.

Tal y como pueden suponer, ganó el Celta (1-0), más habituado a los partidos de waterpolo (en Vigo llueve 200 días al año). El gol fue conseguido de penalti por Fenoy, el portero celeste. No era una novedad. El argentino ya había marcado frente a la Real (ante Arconada, pitaba el mítico Acebal Pezón) y frente al Elche (ante Esteban); después también batiría al madridista Miguel Ángel (tras rechazo) y de nuevo a Carnevali, ya en el Insular. El caso es que Fenoy terminó el curso como máximo goleador de su equipo con cinco goles. Tampoco les costará imaginar que el Celta bajó a Segunda por el exasperante pacifismo de sus delanteros.

Celta y Atlético no chapotearán hoy tanto como sus colegas de antaño y no está previsto que Sergio tire los penaltis. Sin embargo la lluvia es la misma. Lluvia pertinaz que hace que Galicia sea el lugar más maravilloso del mundo, seas o no anfibio. Eso dice, al menos, mi padre, señor de criterio y hombre de la zona.