Seremos amigos para siempre

Si volviera a nacer y no existiese el Real Madrid, seguramente me hubiera hecho aficionado del Espanyol. Un equipo que para los aficionados madridistas representa muchísimo por su ejemplo de superación y de resistencia en un lugar donde el Barça monopoliza casi todo. Los pericos siempre cayeron de pie en el Bernabéu. Pero hay un punto de inflexión que les hizo ir más allá de ese cariño tradicional y fue la maravillosa noche del Tamudazo en el Camp Nou. Cuando Van Nistelrooy metió un gol agónico en La Romareda y a los 17 segundos llegó el eco por el Carrusel del que metió Tamudo en Barcelona, se organizó una tremolina entre los merengues que será imposible olvidar. Desde entonces, Tamudo se puede pasear tranquilamente por La Castellana como si fuese un emperador. Nosotros le estaremos eternamente agradecidos...

Tampoco olvido históricos como Zamora, la leyenda Di Stéfano (aunque un buen amigo mío entusiasta de La Saeta me reconoce que verle con el 6 de los blanquiazules en Chamartín fue durísimo), mi admirado De Felipe, Marañón y ahora Casilla, que han generado una gran simbiosis entre los dos clubes. Madrid y Espanyol siempre deben ir de la mano. Tenemos intereses comunes y sabemos focalizar cuál es el enemigo: el Barça. De hecho, en el reciente partido liguero de Cornellà (0-0) y en la posterior eliminatoria de Copa, los vikingos hinchamos a favor del Espanyol como si llevase la camiseta blanca. Hoy propongo un aplauso a los pericos cuando salten al campo.