Sterbik paró el 37%; Wolff, el 48%

Tiramos más penaltis que Alemania (6-3) y sufrimos menos expulsiones de dos minutos (4-8), pero aún así perdimos irremediablemente. No hubo una sola opción de ganar. Fue una final del Europeo perdida de cabo a rabo. Mucha culpa de ello la tuvo Wolff, el portero alemán, que detuvo el 48% de nuestros lanzamientos. Enfrente, Sterbik, el 37%. Paradas hicieron los dos parecidas: Wolff, 16; Sterbik, 14. La diferencia estuvo en que a Wolff le tiramos menos que ellos a Sterbik (33-38). Si tiramos menos, y encima las para más, ahí está la diferencia. Hubo dos realidades: mal en ataque y mal en la portería. Pérez de Vargas hubiera merecido una oportunidad. Ante Croacia alcanzó mayor porcentaje de efectividad que Sterbik (31%-18%).

Las finales tienen estas cosas. Cuando el partido se rompe muy pronto, el equipo que pierde comienza a jugar precipitadamente con un resultado nefasto. De ello nos beneficiamos en los dos Mundiales que hemos ganado: 21-13 a Croacia en 2005 y 18-10 a Dinamarca en 2013 al descanso. Alemania no gozó de tanta ventaja, pero dos goles de salida en la segunda parte nos provocaron una sangría que acabó siendo definitiva, incluso espantosa al ver a un Sterbik que dejaba la impresión de bajar los brazos, empequeñecido ante Wolff. Fue un mal partido y punto. Hay que volver a levantarse para estar en Río, ganándose una plaza en el Preolímpico. Nos queda un consuelo: quien gana el Europeo no es el campeón olímpico.