El Bernabéu disfruta a la espera de que aparezcan partidos difíciles, mientras el equipo, de la mano de Zidane, acumula goles y moral para lo que venga. Los últimos partidos del Bernabéu se han parecido bastante. Goles, alegría, algún rato de sesteo... Lo del Espanyol fue así. Un Espanyol debilitado por la cláusula del miedo, que le dejó sin Asensio ni Burgui, y por varias otras bajas de distinto orden, entre las que la más grave me pareció la de Caicedo. Un Espanyol que salió acobardado y encajó los tres primeros casi sin moverse. Luego espabiló poco a poco, pero ya tenía el destino marcado.

Dentro de esa línea, el partido tuvo sus características propias. Una es que James volvió a jugar bien; muy bien en la primera parte, sólo bien en la segunda, en la que notó el cansancio. También Cristiano mejoró, y no sólo por sus goles, sino que lució una habilidad en el regate que tenía casi olvidada desde que vino del Manchester. Cristiano lo sacrificaba todo a lo potencia. Ahora parece interesado en recuperar preciosismos olvidados, que le permitían irse sin tanto esfuerzo. El segundo de sus tres goles fue imponente. Por cierto, al Espanyol le ha marcado ocho este curso y ya empata con Luis Suárez.

El barcelonismo, bien se vio en los mensajes de todo tipo, se quejó una vez más de la diferente cara que el Espanyol le ofrece al Madrid. En eso hay algo de verdad y algo de equívoco. Entre Barça y Espanyol existe una rivalidad más que centenaria y eso se nota en sus partidos. Pero mirando números, se encuentra uno que en lo que va de siglo el Espanyol les ha quitado los mismos puntos al Madrid y al Barça: 17. Sólo que el recuerdo del ‘Tamudazo’ y los recientes conflictos se han unido a la triste imagen de ayer en el Bernabéu, donde compareció con tantas bajas. En fin, todo esto es la salsa del fútbol.