Personalmente, me gustaría que todas las finales de Copa se jugasen en Madrid, porque es la capital y pilla bastante a mano a todo el mundo. Y, a más a más, en el Bernabéu, como mejor estadio de la ciudad, a salvo de que cuando se concluya la refundación de La Peineta ésta presente ventajas, que ya se vería. Que fuesen en el Bernabéu incluso jugando el Madrid, que por un lado llega a pocas y por otro no ha sabido sacar ventaja de las que jugó en el Bernabéu. Ahí ha perdido siete: cuatro contra el Atlético y una contra Athletic, Barça y Depor. Y ganó sólo dos: una al Sevilla y otra a sí mismo, al Castilla.

Pero un poco por el malentendido de que una final en el Bernabéu daría ventajas al Madrid cuando eventualmente llegara (y ya se ve que no es así) y un mucho porque a Villar le ha convenido jugar con esto como una baza más para ganarse voluntades, lo de la final de Copa ha acabado por ser una rifa malsana. Alguna vez se ha resuelto con el Manzanares, solución capitalina de compromiso, otras veces con designaciones improvisadas, algunas decididamente inconvenientes. Todas ellas a despecho de las ventajas de capacidad, viaje y hasta sentido ritual que tendría haberlas hecho en el Bernabéu.

Pero lo que no me gusta es que el Barça utilice lo del Bernabéu como elemento de discordia. Hace tiempo que han conseguido dejar la impresión de que burrear al Himno y al Rey tiene más gracia transgresora en el Bernabéu que en ninguna parte, cuando maldita la gracia que tiene sea donde sea. Igualmente me disgusta la ‘manca di finezza’ con la que el florentinato se ha venido escaqueando de las demandas de su estadio para la final. Esta puede ser la ocasión. Ofrecer el estadio para la final que viene, entre Barça y el Celta o el Sevilla, y solicitar de Bartomeu que pida compostura a los suyos.