Sufrir pero crecer es el duro camino

El Granada maneja un gran control sobre multitud de jugadores en las ligas más importantes de Europa. “Más de 80”, comentó recientemente Juan Carlos Cordero, director deportivo del club, en una entrevista concedida a Diario AS. Este esquema de trabajo se sostiene partiendo del poder aglutinador del propietario, el italiano Ginno Pozzo, en clubes como Udinese o Watford, que potencia la presencia de buenos futbolistas a precio asequible, aunque muchos aficionados se interroguen por qué el club cede al mencionado Watford los derechos de Peñaranda (a sus 18 años apunta a crack mundial) a cambio de su continuidad hasta 2017 en Los Cármenes.

Tanto trasiego de futbolistas tiene ventajas e inconvenientes. De la variedad nace la calidad. Pero tantas caras nuevas año tras año retrasan la identificación de una afición con jugadores de carisma. El pasado día 2 se cumplieron tres años del recordado 1-0 del Granada de Lucas Alcaraz al Real Madrid con el autogol de Cristiano Ronaldo. De aquella alineación titular sólo queda el capitán Diego Mainz, que no goza hoy día de una indiscutible presencia en el once inicial de José Ramón Sandoval. Parece que este Granada del mago Enrique Pina tiene como lema cambiar y sufrir para crecer.