Sobre la conversión al madridismo

Pasa con el madridismo igual que con la religión. Hay gente que nace cristiana, judía o musulmana y hay gente que se convierte a una de esas tres grandes religiones monoteístas. O a cualquier fe diferente de su cultura inicial. Cuando los culés intentan quitarle legitimidad a la figura de Zidane como icono madridista, recuerdan que el crack francés estuvo cerca de fichar por el Barça a petición de Cruyff pero que el despido del entrenador holandés cambió radicalmente los planes y que, al final, el futbolista galo se fue a Italia. ¿Y qué? ¿Hay que ser del equipo blanco desde la cuna para poder ser reconocido como madridista? Pues no, igual que con la religión, los conversos al madridismo se hacen defensores todavía más fuertes de la entidad merengue.

La forma de contestar de Zizou ayer a una pregunta sobre si tenía, o había tenido, un “cláusula anti-Barça” en su contrato de entrenador o de jugador fue muy significativa. “Yo soy madridista. Y punto”, dijo el técnico francés con una sonrisa. Nació en Marsella y es del Olympique desde pequeño, se formó en el Cannes y jugó en el Girondins antes de conocer el alto nivel de competición en la Juventus. Pero se enamoró del Real Madrid y llegó a la cima de su carrera como futbolista con la camiseta merengue. Se quedó en la capital de España para cumplir con su sueño de entrenar al primer equipo. Y, por cierto, renunció a 12 millones de euros brutos en el 2006. No como otros que tanto presumen de madridismo y cobran hasta el último céntimo.