Un mundo sin fútbol es como la tierra sin aire

E stoy en Puerto Rico, donde ver fútbol en los campos es casi tan difícil como verlo en la tele; así que esta semana de Champions me he tenido que morder las uñas, pero sin éxito alguno, porque en pocos sitios públicos te echan aquí los partidos, de modo que tienes que recurrir a la radio o a los wasaps de los que te van diciendo cómo va la cosa, hasta que la cosa acaba.

Claro, está la radio, y esa me acompaña desde niño para escuchar fútbol, de modo que me adiestré en adivinar cómo jugaban Kubala o Di Stéfano, así que aún puedo imaginar cómo juegan hoy, por poner sólo dos casos, Cristiano y Messi. Pero no es lo mismo ya, porque uno se ha contaminado con la imagen y aquella ingenuidad del que veía el fútbol por la radio ya no es material suficiente para disfrutar de este juego genial.

Estos días de sequía futbolística impuesta por la competencia abrumadora del béisbol, que reina hasta en los refranes en el Caribe, me llevaron a un restaurante muy hermoso de San Juan. Comida casera, pescado fresco…, me sentí allí como en Canarias, pues los sabores caribeños se parecen a nuestros sabores. Pero no había vino, ni licores, nada: sólo zumos y agua, o jugos y agua, porque se dice más jugo que zumo en esta parte del mundo (y en Canarias, por cierto). Bebo poco, de modo que no bebo a mediodía, que fue cuando me llevaron a compartir mesa. Pero era la primera vez que iba a un restaurante en el que directamente no se podían beber sino esas mescolanzas gratísimas de las frutas o la más pura de las bebidas, el agua.

Me sentí allí como se sienten los abstinentes, en este caso del alcohol. Y se parece a la carencia del fútbol, por cierto, pues no es lo mismo renunciar a algo cuando te lo ofrecen que no tenerlo en absoluto. El fútbol está, se intuye, se sabe que el Barça, por ejemplo, está jugando contra el Arsenal, pero las cadenas, tozudamente, te indican que ahí o ves series o ves noticieros o ves béisbol, pero el fútbol te lo tienes que imaginar. Y un mundo sin fútbol no es como un mundo sin vino, pero se lo parece. Es como un mundo sin tierra.

En esta abstinencia obligatoria se produce una especie de mono que podrían arreglar los goles, por ejemplo; pero no todos los establecimientos hoteleros, no todos los bares, tienen conectadas las cadenas españolas, y las puertorriqueñas o norteamericanas que puedes sintonizar sólo dan partidos…, en diferido o goles antiguos de ligas que ya no existen. Pero el fútbol es actualidad y directo, esa es su gracia. El resto es silencio, pues el fútbol que no se ve o que no se oye cuando se está jugando es prehistoria o nada. Viva el fútbol para verlo…, y para jugarlo.