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Como en 1975... Recuerdo la primera vez que vi in situ un partido de la Selección Española. Fue en el Bernabéu. Precisamente ante Rumanía. Miré la hemeroteca y está fechado el 17 de abril de 1975. Yo tenía nueve añitos (cumplí 10 tres semanas después) y mi padre me llevó porque estaba en juego la clasificación para la Eurocopa de 1976 (aquella que ganó Checoslovaquia a Alemania con el famoso gol de penalti de Panenka). Volvamos a aquel España-Rumanía de hace 41 años. El equipo titular estaba formado por Iribar; Capón, Pirri, Benito, Camacho; Del Bosque, Velázquez, Rexach; Santillana, Gárate y Rojo I. A los cinco minutos, el gran Manolo Velázquez nos deleitó con un gol desde la frontal del área que puso en pie a un Bernabéu que estaba a reventar. Mi padre me abrazó y me dijo: “Velázquez es un genio”. Lástima que el 10 de España se lesionó y fue sustituido en el descanso. Los rumanos nos empataron cerca del final y nos fuimos a casa bastante chafados. Esa noche debutó Del Bosque con La Roja. Se llevó un empate tristón. Igual que anoche, aunque sólo fuese un simple amistoso. Si saltásemos de 1975 a 2016 podríamos pensar que el equipo nacional sigue igual de romo y gris, pero por medio hay un Mundial y dos Eurocopas. ¡Parecen tan lejanas aquellas conquistas!

Iker, sobrio. Ya dijo Del Bosque que Casillas asumiría perfectamente su suplencia. En Cluj se vio. Lejos de vérsele apagado o indiferente, jugo con la concentración de aquel crío que debutó en el estadio Ullevi de Goteborg en un partido previo a la Eurocopa del año 2000. Casillas sólo tuvo que emplearse a fondo en dos ocasiones, pero las resolvió perfectamente. A Nicolae Stanciu, el mejor de los rumanos con diferencia, le arrebató dos goles. Especialmente en un tiro desde la frontal, entre un bosque de piernas, al que Iker llegó con una estirada felina. Cerca de cumplir 35 años, el mejor portero de la historia de España alcanza su madurez y su inevitable declive con el aplomo de los grandes. Su cara refleja la tristeza de saberse ya en un rol inferior, pero tampoco vamos a pedirle que festeje su paso a la segunda línea de playa de la selección. Y ojo, Iker lleva 710 minutos seguidos sin encajar un gol con España. Con él y con De Gea, la portería de La Roja está en muy buenas manos. O guantes, mejor dicho...

Síndrome Busquets. El timonel catalán es mucho más que una brújula para no perderse en la vulgaridad. Aporta al equipo el sentido común, que en esta España empieza a ser el menos común de los sentidos. Jugamos lentos, previsibles, sin ardor guerrero ni intensidad. Confundimos el control del juego con ser unos sosos ‘pasabolas’. Incluso, con Italia hasta perdimos esa batalla propagandística de la posesión. Algo falla si artistas como Silva o Isco parecen perdidos y con su varita mágica desactivada...

Sin identidad. Todo resta. No entiendo que en el chándal con el que posan los jugadores en la emotiva ceremonia de los himnos no se vea por ningún lado la bandera de España y que esa palabra de seis letras esté suplida por cuatro iniciales que deben encantar a Villar y su séquito: RFEF. Y las medias son negras con una raya azul. Si desde la vestimenta perdemos identidad es más difícil conseguir un equipo comprometido y entregado a la causa que mantendrá en vilo a un país entero a partir del próximo 10 de junio...

Tres meses. A falta de juego y goles, la mejor noticia es que aún quedan tres meses para que arranque el baile. Con el indomable espíritu de Morata, todavía todo es posible...