Los árbitros de Champions son caseros

El Atlético clama por la expulsión de Torres o, más bien, porque Brych no aplicara cuando menos el mismo rigor para usar la tarjeta con Luis Suárez. Los que están dispuestos a admitir que Torres se equivocó en la segunda, esgrimen con razón que Luis Suárez hizo para que le expulsaran. Por su parte, Bale reclamó un penalti en Wolfsburgo, ni escandaloso ni fácil de ver, lo mismo que el de Casemiro. “En el medio campo hubiera pitado falta, pero en el área...”, se quejó. En el área local no se pitan esos penaltis, en el área forastera, sí. El de Casemiro lo fue, pero había que verlo. Y ese sí lo vio el árbitro.

Hace años que los árbitros son caseros en la Champions. No es de siempre, pero sí de hace mucho. Son excepcionales los errores contra el de casa, por eso resultó tan extraordinario lo de Ovrebo, que escapó a cualquier esquema. Pero lo normal es barrer para casa. Así se evitan escándalos, que en tiempo hubo, y al cabo de dos partidos se imparte justicia, o se imparten dos injusticias que tienden a anularse. Lo que se busca es evitar escándalos, que tiempo atrás los hubo. ¿Recuerdan al Loco del Bernabéu, que saltó a pegar a Linemayr? Esos grados de irritación ya nunca se alcanzan.

No es una consigna, no hace falta. Los árbitros que llegan son los que saben cómo hacer las cosas, qué es lo que agrada a los que llevan el tinglado. Por eso es rarísimo que en un Mundial haya algún fallo contra el de casa, o contra Brasil, Italia y Alemania, que parten el bacalao. Y por eso en Europa se mira con más atención lo que hace el de fuera que lo que hace el de casa. Así que Torres, fuera,  y al Madrid, penalti;  y Luis Suárez termina el partido y Bale se queda sin su penalti. Lo que hoy es para el uno, mañana será para el otro. Es la manera de la UEFA de escribir derecho con renglones torcidos.