Balaídos, un lugar para el honor

Por mucho que las estadísticas se agolpen en diarios y programas radiofónicos y traten de imponer su lógica de acero, el Betis no está todavía salvado. Ni matemática ni tampoco honoríficamente. Lo mejor que se podría propugnar desde el club verdiblanco es que se trate de salvar otra temporada grisácea con el mayor orgullo posible. Y eso, más allá del derbi que se celebra en Nervión dentro de una semana, pasa también por noches como la de hoy en Balaídos. Darse un gustazo en un estadio tan complicado y donde tan buen fútbol se está viendo reconciliaría algo al bético con un equipo que permanecerá en Primera División, simplemente, porque hay tres, cinco o siete conjuntos todavía peores que él.

El once de Merino no da demasiados motivos para la esperanza. Y menos si la preocupación del entrenador linense toma forma y sus futbolistas se relajan viendo que el abismo se ha alejado a nueve puntos y varios puestos de diferencia. Dejarse comer tanto terreno sería una hecatombe de las gordas incluso en Heliópolis, donde el catálogo de desgracias tiene más páginas que uno de Ikea. Pero si se comienza otra vez a perder partidos no hay que descartar nada. Hablamos de El Beti: el mismo que bajó en 2009 por un gol y no subió al año siguiente por otro.