El tango se hizo fado

Es mentira que el fútbol sea cosa de equipos: es cosa de individuos. Cada futbolista es un mundo y cada aficionado tiene también su universo. En esta fase final de este campeonato loco de la Primera División hemos visto en un carrusel (y, por cierto, hemos escuchado un Carrusel) cómo se cambian las tornas, los humores, las clasificaciones, y todo eso se parece a la música. Por ejemplo, al Bolero de Ravel, que empieza como si no tuviera respiración y acaba en el éxtasis que parece amoroso. Ahora ya no se sabe qué va a pasar y eso es lo que pasa, como dicen los filósofos o los politólogos.

Lo cierto es que todo ha cambiado tanto que ahora ya no sabemos qué va a pasar mañana mismo, porque pocos adivinaron lo que iba a pasar, por decirlo así, anteayer. El Barça fue descabalgado por el Atlético de la Champions, el Real Madrid lo humilló en Barcelona, y cuando menos se lo esperaba la Real Sociedad lo puso pie a tierra en Donosti. ¿Qué ha pasado? Hemos hablado de esta fase de oscuridad del Barça como si el equipo se hubiera metido en un armario. Y no es eso sólo lo que pasa: es que se ha ensombrecido el number one, Lionel Messi, acosado quizá por dentro y por fuera. No, no lo puede resolver un psicólogo, aunque no vendría mal que el equipo contratara a uno para explicarnos desde dentro lo que vemos desde fuera. Lo puede resolver una victoria, una buena jugada, un gran gol. Esa es la medicina de Messi, este individuo.

Y es que es cuestión de individuos. Del mismo modo que la sístole de Messi se ha disparado, positivamente, la diástole de Cristiano; como si el fado se hubiera convertido en tango o viceversa. Lo cierto es que funciona la música del portugués, vibrante como esa parte última del Bolero, y se ha atenuado el tango triste de Messi, como aquel tango de la famosa novela de Pérez-Reverte, ‘El tango de la Guardia Vieja’. Messi está en horas bajas, como si bailara en otro campo y estuviera ausente de este territorio al que, se supone, regresará como Dios, o como Evita, y será multitudes…

Eso es lo que queremos los aficionados, que regrese, porque es la solución en un equipo que depende de él como los peces del agua. Y no hay peor agonía que la de los peces fuera del agua. El individuo Messi genera dos clases de energía, y esta que exhibe ahora es la de las horas bajas que dejó Martino, su paisano, en el alma del Barça. Después de la muerte de Cruyff, curiosamente, este Barça tan messidependiente como cruyffdependiente, se ha echado a la bartola, y dormita como si se hubiera acabado la película.

Los aficionados estamos desconcertados, bailando un tango ineficaz mientras el Madrid y el Atlético se van a Europa a lomos del fado de Cristiano y la chanson de Griezmann, nuestro verdugo. Nosotros sí que necesitamos ahora un psicólogo. Argentino.