Cristiano, con tu golazo en el Camp Nou empezó todo

Desde el 2 de abril el madridismo vive en estado permanente de nirvana. El golazo que metió Cristiano en el Camp Nou provocó el verdadero cambio climático que ha convertido la recta final de esta Liga en un acontecimiento apasionante que ya es digno de estudio para todos los amantes de los sucesos paranormales. El Barça podrá contar a su nietos que en febrero festejaban el triplete de nunca jamás y que tras el gol de Piqué en el Clásico ya descorchaban botellas de cava celebrando lo felices que eran a 13 puntos de su eterno enemigo... Pero ya se sabe que el fútbol es como la vida. Si escupes para arriba al final cae para abajo.

En el Clásico, cuando Ramos fue expulsado (justamente) y el árbitro anuló un gol legal de Bale, el equipo más grande de todos los tiempos sacó a pasear ese ADN ganador que lleva en su genética desde el 6 de marzo de 1902 y consumó una gesta que partió en dos el autocontrol de los presuntos dueños del tridente.

Aquel gol de Cristiano se clavó como una daga en el orgullo culé. Ellos decían con la boca pequeña que no pasaba nada, que sólo era un consuelo menor para los madridistas, que la Liga estaba ganada, etc... En realidad, esa noche del 2 de abril se acostaron atormentados. Me imagino la típica conversación junto a Canaletas: “Jordi, ¿a estos no se les ocurrirá remontar ahora y chafarnos la fiesta?”. El interlocutor de al lado, fijo que guardó un inquietante silencio. Ellos saben que sólo el Madrid es capaz de estas cosas. Pasar en dos semanas de 13 puntos de diferencia a uno es algo sólo al alcance de este club imperial que reacciona como un gigante de mil cabezas cuando le dan por muerto.

La diferencia la vieron el pasado sábado. El Madrid del maestro Zidane firmó una manita en el Coliseum del Getafe y al final del partido vimos a los vencedores ofreciendo la mano a sus colegas del Getafe y dándoles ánimos para que salven la categoría. Sin embargo, los que iban a ganar el triplete hicieron una burla infame disfrazándose de Halloween y perdieron el respeto a unos compañeros de profesión que se estaban jugando las habichuelas. Por ahí también se pierden los títulos. Cuando no se sabe ganar es imposible saber perder. Cuando en febrero celebras tripletes a base de bailecitos y Periscopes, es más difícil sembrar el orgullo de la victoria cuando las cosas te vienen mal dadas.

Mi Madrid no ha ganado nada todavía, pero estoy orgulloso de ver con qué elegancia va a luchar legítimamente por el doblete...