Barça, 79; Atlético, 79; Madrid, 78...

Primero, el Barcelona. De la mano de Luis Suárez, se sacudió la mufa. Marcó cuatro goles (el primero con una falta muy visible, por cierto) y dio otros tres. Fue la locomotora de un impresionante 0-8 que dejó apabullado al Depor. Se juntaron el hambre y las ganas de comer, porque al Barça enrabietado y necesitado se enfrentó un Depor sin apenas objetivo, con bajas serias en el centro de la defensa y con el tercer portero. La impresión que deja el partido es que el Barça entierra el pesimismo y renueva la marcha hacia el campeonato, que aun lidera. Sin margen de error, pero ya cerca de la meta.

Después, el Atlético. Era el que más difícil lo tenía. Esa visita a San Mamés era la única gran trampa pendiente en el calendario para cualquiera de los aspirantes, y la saltó bien. Eso sí: le costó una baja, Godín, cuya lesión se alargará hasta el Bayern. Muy mala cosa. A cambio, los puntos son buenos. Y sufridos. En la segunda mitad, empujado San Mamés, el Athletic llegó a meter al Atlético en el área chica. Pero resistió. Al solitario gol de Torres (que está seriamente bien, como para pensar en la Eurocopa) pudo sumar algún otro Carrasco en contraataque, pero no se dio. La angustia duró hasta el final.

Y por último, el Madrid. Fue el más frío de los tres partidos. Faltó gente, porque ante las emociones de la noche algunos optaron por quedarse en casa y vivirlas en la tele. El Madrid salió al campo con la noticia del 0-8 en Riazor, que era un poco desanimante. Hizo un partido correcto, para mi gusto un tanto funcionarial, con chispazos de calidad esporádicos. Lucas Vázquez aprovechó la ausencia de Bale para reivindicarse otra vez, el árbitro le colocó a Danilo una tarjeta que era para Casemiro (que luego se llevó otra y, claro, no fue expulsado) y Cristiano se quedó sin gol y se fue cojeando. Preocupación.