El compromiso de Bale en Vallecas

Confieso que nunca me había entusiasmado Bale. Me pareció, eso sí, un estupendo jugador desde la primera vez que le vi, aún lateral izquierdo, en el Tottenham. Pero su incorporación se me hizo un capricho caro e innecesario. Costó en dos capítulos las salidas de Özil y Di María, que estaban funcionando, y se encontró sin sitio en el equipo porque el que mejor le vendría lo ocupa Cristiano Ronaldo. Tampoco se esforzó mucho. No se arrimó al idioma, ni mucho tampoco a los compañeros. Menos aún al juego colectivo. Carreras esporádicas y de cuando en cuando tirazos con la izquierda.

Su rentabilidad se reducía al gol, y él parecía además contentarse con eso: unos cuantos goles, en general magníficos, pero poco más. Sabía que contaba con la protección del presidente, lo que le hacía intocable. Ancelotti puso en marcha su propia cuenta atrás cuando se le ocurrió plantear su devolución a Inglaterra a cambio del regreso de Di María más un buen dinero, pero Florentino no quiso ni oír hablar de ello. Muy al contrario, despidió a Ancelotti y trajo en su lugar al servil Benítez, que hizo la pelota a Bale cuanto pudo. Le visitó en Gales y le concedió el capricho de jugar de media punta.

Pero ahora estamos en otras. Se marchó Benítez, quizá Bale ha visto las orejas al lobo y de repente ha soltado, por fin, un partido de alto compromiso. En Vallecas, falto de tanto líder natural y convertido en único resto de la BBC, se hizo cargo del partido como un gigante. Y le dio la vuelta. A su velocidad extrema y a su gran pierna izquierda ha unido este año un cabeceo magnífico. A todo eso le añadió en Vallecas un cero a la derecha: la responsabilidad de un líder, la ambición de un grande. Con todo eso junto, más el auxilio de Lucas Vázquez, su mejor socio, salvó al Madrid de despeñarse en Vallecas.