La insistente fatalidad de Gago: seis meses de baja

Gago. La fecha de los clásicos argentinos que tanto aburrió a Piqué se saldó con una noticia dramática, un lamentable deja vu: la aparatosa y grave lesión de Gago. Otra vez en un Boca-River, otra vez solo, en una mala pisada. Otra vez en el tobillo izquierdo, en el tendón de Aquiles, otra vez le aguardan seis meses de baja. Como en septiembre de 2015. Los rivales y hasta el narrador de la televisión le acusaron de teatro, de malintencionado piscinazo. Pero la fatalidad era verdad. No busquen más: el exmadridista es la expresión definitiva de la mala suerte.

Darío Roa. Temeridad o atrevimiento de su entrenador, un nuevo caso de precocidad extrema asomó en los titulares de prensa. Un crío de 13 años debutó con el Racing de Trelew, de la Federal B argentina. Cesc debutó con 16 en el Arsenal, Sansón con 15 en el Celta, los mismos que el Kun Agüero cuando irrumpió en Independiente. Erburu, hace dos años, se convirtió en el niño récord al debutar con 14 en el Independiente de Río Colorado, en la misma división que ahora milita quien lo ha destronado. Darío Roa, el centrocampista en cuestión, entró al campo con la instrucción de pegarse al cinco rival, recuperar la pelota y contraatacar rápido, según desveló después. Fueron siete minutos. Pero bastaron para alojarse en el Guinness.

Tigre. Es verdad que la violencia en los estadios se le ha salido de madre al fútbol y en especial al argentino, pero la medida del Club Atlético Tigre para combatirla suena exagerada. El revolucionario control de acceso consiste en un chip que se implantará a los hinchas debajo de su piel. “Los aficionados podrán acceder al estadio con sólo con acercar su cuerpo al lector de ingreso”, explicó el club al presentar su revolucionario sistema Ticket Pasion. La medida, que persigue “mayor seguridad, menor morosidad en los pagos y la fidelización del asociado”, se probó el lunes ante Sarmiento. Matrix llega al balompié.

Tobar. Sucedió en la Libertadores, en el encuentro entre The Strongest y Sao Paulo de la última jornada de la fase de grupos, que terminó 1-1 con bronca y empujones. Los bolivianos necesitaban ganar y quedaron eliminados y, según su versión, el árbitro chileno Roberto Tobar no prolongó los minutos necesarios. Hasta ahí, normal. Lo sorprendente fue la denuncia del jugador Pablo Escobar, cuando contó que el colegiado, en vez de expulsarle, le ofreció zanjar las protestas fuera, como los hombres: “Me dijo que si era tan guapo en la cancha, me esperaba en el pasillo luego del partido”. El internacional boliviano aceptó el desafío y acudió. Pero se volvió a vestuarios al comprobar que el árbitro llegó también, pero acompañado de policías.