¡¡¡Gol de Saúl!!!

El mejor libro de Gabriel García Márquez fue Cien años de soledad, aunque a él le gustaba más El coronel no tiene quien le escriba. El mejor cuadro de Pablo Picasso fue Las señoritas de Aviñón, aunque el más famoso sea el Guernica. La mejor partitura de Beethoven fue la Novena, pero lo que más se conoce de él sea la versión de Miguel Ríos del Himno a la alegría.

No sé qué cosas hará en adelante Saúl Ñiguez, el centrocampista del Atlético de Madrid que el pasado martes encandiló al graderío del Vicente Calderón (y a Pep Guardiola) marcando uno de los mejores goles del equipo rojiblanco, en su duelo tan bello frente al Bayern Múnich. Fue un tanto fantástico, hecho a conciencia, como si durante toda su (corta) vida este futbolista admirable se hubiera preparado para protagonizar ese acontecimiento.

Todos los comentaristas se mostraron entusiasmados y atónitos; lo entrevistaron en todos los espacios de radio y auguraron que ese tanto daría la vuelta al mundo. Antes los goles tardaban en dar la vuelta al mundo; ahí había goles fabulosos, de Di Stéfano, de Puskas, de Evaristo, de Kubala, de Ben Barek, que se quedaban en la retina de los espectadores, en los oídos de los radioescuchas, y después se evaporaban en medio de miles de fotolitos que se arrumbaban en los desvanes de los periódicos.

Ahora los goles, los más bellos o los más insólitos, entran rápidamente en la historia…, y con la misma rapidez salen. Con este gol sobresaliente (y quizá decisivo de Saúl) podría pasar lo mismo, a no ser que el Atlético empate a cero en Múnich y ese tanto excepcional se convierta en un emblema de este eficaz paso del equipo madrileño por la Champions europea.

En todo caso, es muy difícil que otro gol (de Saúl, de cualquiera) ensombrezca este del jugador rojiblanco que en un minuto y medio descolocó a la defensa muniquesa hasta hacerla morder el polvo como (perdonen que arrime el ascua a mi sardina) cuando Messi dejó sentado a Boateng en las semifinales de la temporada pasada.

Podrá haber más goles, sin duda; y mejores; el sabor que ahora tenemos es del gol de Saúl, que ya ha entrado en el ámbito de los refranes tuiteros: “Better call Saul…”, como reza el título de la muy interesante serie televisiva en la que un abogado de falso prestigio se presta a arreglar entuertos que él empeora.

Y ese sabor del gol de Saúl no es sólo un patrimonio atlético; es ahora un activo en la historia del fútbol, de los mejores momentos del fútbol, este deporte emocionante que no sería nada sin acciones tan deslumbrantes como la de Saúl.

Ya ese gol tendría que gritarse así: “Saúl……” Como les pasó a García Márquez, a Picasso o a Beethoven, Saúl marcará muchos más, pero los aficionados al fútbol se lo llevará a la historia como la mejor obra de la carrera de Saúl Ñiguez.