¡Viva Madrid, que es mi pueblo...!

Hasta la de 2014, en Lisboa, ninguna final de Champions había enfrentado a dos equipos de la misma ciudad. Bueno, pues Madrid mejora el récord, duplicando el éxito, por si alguna otra ciudad (¿Milán? ¿Manchester? ¿Londres?) pretendiera igualarlo. Conseguido lo de Múnich, lo del Bernabéu parecía fácil. No lo fue tanto y llegó tras bastantes minutos de ansiedad inmerecida, pero llegó, como no podía ser menos. El Madrid es más que este City y debió resolverlo antes. Y eso que ha sufrido la merma completa o parcial de Cristiano y Benzema en los dos partidos. A cambio, ha emergido el mejor Bale.

El City no es gran cosa, hay que admitirlo. Lo movió un señor mayor, Yayá Touré, que juega con ciencia pero con la lentitud de un león marino. El Madrid dio síntomas de cansancio e inseguridad, Cristiano jugó con el freno de mano y siempre sobrevoló el temor a un gol inglés. No fue el mejor partido del Madrid en su campo esta temporada, pero sí el del final más feliz y mejor celebrado. El equipo lo ha pasado mal este año y ha sabido levantarse. Ahora llega a la decimocuarta final de su competición favorita, que ha ganado diez veces. Y llega cargado de fe, después de pasar lo que ha pasado. Y aún lucha por la Liga.

Con menos relevancia que Simeone, Zidane ha resultado crucial en este cambio. Relajó a la plantilla, la aisló de malas contaminaciones, estabilizó al grupo en torno a Casemiro, predicó paz en cada conferencia de prensa y movió con tacto y cautela las entradas y salidas del banquillo. Ahora quedan tres semanas para curar bien a Cristiano y Benzema y afrontar esa nueva final ante el viejo y querido vecino, que ha llegado hasta ella por un camino más difícil, agarrado a esa fe incomparable que le sostiene en las situaciones más apuradas. Será en Milán, el día 28. Vayan preparando el viaje. Merecerá la pena.