Corazón y cabeza

Parte de la gracia del fútbol inglés es que en estos lares se tiene memoria selectiva. Por ejemplo, uno nace futbolísticamente cuando aterriza en Inglaterra. Eso tiene cosas buenas y malas. A menudo apenas cuenta tu currículum y por eso Mourinho, ante el tono poco deferente de la prensa inglesa en su primera rueda de prensa, tuvo que decir que él no era uno cualquiera, que era un tipo especial por haber ganado ya tantos títulos, incluida la Champions con el Oporto. Eso mismo que fue un obstáculo para el portugués, le ha ido muy bien a Klopp. Tras quedarse a distancias siderales del Bayern Múnich en sus últimas tres temporadas con el que es, por afición y potencial, el segundo club de Alemania, se fue al Liverpool.

Y ahí llegó en loor de multitudes porque se recordaba su buena temporada en la Champions años atrás. A nadie le importó que su juego fuera simplón: balones largos a un delantero fuerte y extremos rápidos que se aprovechan de la segunda jugada, mucha presión por todo el campo y mucha atención a lo emocional. Hoy Klopp tiene la oportunidad de convertirse en un nuevo dios en el Olimpo del Liverpool. Para ello depende mucho de un estilo que puede ser contrarrestado por el Villarreal, pero también del ruido hercúleo que hace Anfield. De la emoción. Así que esta semifinal es el corazón rojo contra la cabeza amarilla.