El discurso de Simeone se propaga

La UC. El campeonato chileno más pobre de la historia terminó en pasión, suspense extremo y milagro. Se proclamó campeón Universidad Católica, aquel equipo que se desmayaba sin remisión con todo a favor, sobre todo a un centímetro de los títulos. Y eso que lo volvía a hacer. Tiró a la basura el trono que acariciaba en la penúltima jornada perdiendo frente al colista. Y empezó con gol en contra en casa la última, a la que llegaba como segunda (la palabra maldita que tanto les ofende) y sumergido en la depresión, “con cero fe”, según confesión del propio capitán, pese a las sesiones desesperadas a las que se aplicó el psicólogo. Hasta Colo Colo se metía en la pelea y lo adelantaba provisionalmente en la tabla. Pero de repente, la radio fue contando buenas noticias de O´Higgins, el líder, que recibía goles, y el estadio de San Carlos se puso a rugir y a levantar el ánimo de sus futbolistas. A los 70 minutos anotó Llanos el empate y a cinco del final Fuenzalida rubricó la remontada. No por fútbol sino por épica, lo que siempre faltó en la camiseta de la franja. Una corona que toca a España por la vía del director deportivo, el Tata Buljubasich, que fuera arquero del Tenerife, Lleida y Oviedo. El desenlace impensable. El equipo en el que nadie creía, ni siquiera ellos mismos, colgó de su celebración por todos los rincones de la ciudad una leyenda que les resultará familiar: “Somos Católica y nunca dejamos de creer”. El mensaje del Cholo se propaga.

Ganso. La Copa Libertadores vive la fase atractiva de los cruces a todo o nada, aunque todavía en octavos de final. En la ida, sólo un equipo dejó resuelto el asunto: el Sao Paulo que dirige Edgardo Bauza. Apabulló a Toluca con un festival de juego y goles (4-0), posiblemente la mejor aventura de fútbol que lleva el torneo. Con goles de Centurión (2), Thiago Mendes y Michel Bastos, el lateral izquierdo que tantas veces se reunió en el Lyon frente a equipos españoles. Y con pases de Ganso, el ex del Santos que prometía y que al fin con 26 años hasta ha conseguido llamar la atención de Dunga. Un equipo para ver. Y un jugador al que de una vez parece le ha llegado la hora de emigrar.

Guerra. En todos los sentidos. Fue Guerra, Alejandro, el hombre del partido. Un artista venezolano que ha roto en la madurez, con 30 años, llegando a techos que no anunciaba en sus teóricos mejores años. Quizás por eso no llegó a Europa. Pero está en un momento dulce. Suyos fueron dos goles (maravillosos) y las mejores acciones de un duelo que el Atlético Nacional de Medellín sólo jugó a ráfagas tan bien como de costumbre. Pero que le valió para alcanzar los cuartos. Y guerra fue también lo que ocurrió al final, cuando los jugadores y empleados del Huracán la emprendieron de forma impresentable a gritos y puñetazos. “Fue un robo arbitral” es lo que citaron como excusa para liarse a golpes.