Gentes selectas y soldadesca futbolera

La UEFA pondrá a disposición del Madrid y el Atlético veinte mil entradas por barba. Un cuarto para cada uno de la capacidad del estadio de Milán, ochenta mil, reducidas en este caso por seguridad a 71.900. En Basilea, donde la capacidad es la mitad, cada equipo dispondrá de 10.236. Porcentualmente es algo más, pero también queda lejos de la fórmula que no hace mucho se planteó y que ya incluso entonces parecía abusiva: un tercio para cada afición, un tercio más para la organización, que con esa parte atendía a instituciones de la ciudad, patrocinadores y a sus propias gentes y compromisos.

Hoy, para cada equipo viene a ser un cuarto, cuarto menguante, me temo. Y digo menguante porque ese cuarto no se va a destinar íntegramente a los aficionados de a pie, sino que cada club, según su quién sabe cómo de leal saber y entender, dedicará una parte a sus propios compromisos. A patrocinadores, instituciones, conseguidores, engrasadores, cuñados, amiguetes, estómagos agradecidos. Eso irá en detrimento de las veinte mil de turno en el caso de los madrileños, de las diez mil en el del Sevilla. Lo que reste será escaso para la petición de las aficiones implicadas. Pasa en cada final.

Es un reflejo del mundo que estamos dibujando,  que se divide cada vez más en estupendos y los que no lo son. En ‘piolas’ y ‘giles’. Admitamos que haya patrocinadores, instituciones y relaciones, y que eso se atienda. Pero, ¿cuál es la proporción? Si menos de la mitad del campo se dedica al aficionado ‘de verdad’,  carente de otra relación que su vieja lealtad al club, y el resto queda para los que frotan codos en palcos y saraos, no podemos ver justo el reparto. Hay una asimetría social que se extiende a todo, también al fútbol. Luego los estupendos se quejan de que la gente se eche al monte con el voto. Pero es que...