Rivales pero siempre con buen rollo

Si existiese un libro de cómo debe manejarse la rivalidad futbolística, el prólogo siempre debería escribirlo Enrique Cerezo. Un presidente que lleva el sentido del humor por bandera. Si las sonrisas dejasen dinero en caja, tendría más millones que Peter Lim. Llega con un porte torero, justo dos horas antes del recital que daría David Mora en Las Ventas. Enrique me busca. Le veo venir. Tiene ganas de meterme en su territorio. Busca mis gestos y mis respuestas buscando una grieta. Piensa que si me ve titubear es buena señal para la final de Milán. No se atreve a decirme que van a ganar seguro, pero me bromea con el luto que me espera el sábado y me recuerda que San Siro es un escenario maldito para mi amado Real Madrid...

Lo bueno es que se lo toma con filosofía. Le recuerdas que el Madrid tiene diez Orejonas y su Atleti tantas como el Puerta Bonita (o sea, ninguna) y se lo toma con arte. Además, replica con la fiereza de ese Atleti de Luis Aragonés que te mataba a la contra. Cuando le propongo que el sábado gane el Madrid la Undécima y que a cambio el próximo año sea el Atleti el que logre su Primera ante Barça o Bayern, me suelta: “¿Ya das ésa por perdida? Veo que le has perdido la fe a tu equipo...”.

Luego le enseñé orgulloso mi pequeño santuario de la redacción de AS y le mostré el rifle de cristal, lleno de coñac, que me regaló mi amigo Gregor, que nació armenio para morir merengue. Le gustó. El presidente del Atleti vive al día. No se vuelve loco pensando en lo que pueda suceder a medio plazo. Sabe que han fabricado un milagro futbolístico que es objeto de estudio en todo el mundo. Su Atleti de aquella camiseta del hombre araña ya está en el baúl de los recuerdos. Cerezo ha desterrado el mito del Pupas. Es feliz. Como su Atleti...