De la camiseta de Arda a la antítesis del victimismo

La anécdota corrió por una de las muchas sobremesas que alrededor de la final se han organizado en estos días de angustiante espera. Di María se lo contó a un ex jugador del Madrid que hoy goza de reputación como comentarista. Ocurrió en Lisboa, en el antecedente que persigue esta cita de Milán. Últimos segundos del partido: Xabi mira a su izquierda y ve a Arda Turán ajustándose una camiseta con la leyenda de campeones para saltar al campo a la que el árbitro pite el final; gira de nuevo la cabeza hacia el juego y justo en ese instante Sergio Ramos conecta el remate que cambia drásticamente el desenlace de la Champions. Y Di María añade que luego, en las celebraciones por la Décima, los ganadores se recrearon a carcajadas una y otra vez con la precipitación ceniza del turco.

Verídico el episodio o malintencionada cizaña artificial, Arda ya no está entre los finalistas. Pero sobre todo, el Atlético no se entretiene en esoterismos, sortilegios y fatalidades. Ya no. Hace tiempo. Por eso entre otras cosas está ahí otra vez, tan sólo dos mayos después de la tragedia. Exactamente en el mismo sitio y tras escalarlo por su cara más difícil, tras tumbar al Barça y al Bayern. En otros tiempos, perder una final de manera tan dramática como la de Lisboa lo habría sepultado como equipo y como institución. Ya ocurrió. Pero ahora no. El secreto del nuevo Atlético es que las derrotas no le dejan secuelas irreversibles. Y los contratiempos de los partidos, ante los que no hace tanto se arrodillaban, especialmente contra el vecino, no le dejan ni rasguños. Es la era del nunca dejes de creer y los imposibles no existen. El sello de Simeone. La antítesis del victimismo. El Atlético no busca excusas, ni se refugia en ellas aunque aparezcan. Sólo persigue soluciones. Compite y compite. Y no se baja nunca del objetivo. Y hoy es ganar al fin la Copa de Europa.