Aquellos zapatos del día de Lisboa

Me ocurrió hace dos años, con el gol de Adrián al Chelsea. Estaba en el periódico y, al celebrarlo, di la silla para atrás y partí en dos el tacón de mis zapatos. Eran mis favoritos. Lo creí una señal. Tenía que serlo. El zapatero me avisó: “Tíralos, no tienen arreglo”. No lo hice, por supuesto. Me los puse el día de Lisboa y, durante 92:48 minutos, repartía mi mirada entre la tele y el suelo con una media sonrisa. Ahora sé, gracias al Cholo, que eso se llama cábala.

Cábala. No pisar las rayas del suelo o levantarme siempre de la cama posando los dos pies a la vez. Para el Cholo, la de Milán ha sido que nada sea igual a Lisboa para que todo acabe distinto. Ni la concentración en San Rafael ni viajar con Prensa. O sacar a Gabi y Torres ante los medios, como ante el Barça, como ante el Bayern. O pisar San Siro primero con el pie derecho. Hoy todo amuleto es poco. Normal. Es el partido de sus vidas. Y el Atleti lo jugará como si también fuera el último, como si mañana el mundo se acabara.

Atleti, el Madrid, Milán, otra vez en la final de Champions. El otro día caminaba al Calderón y pensé: “Si justo cuando llegue me suena en el iPod Disintegration, una de mis canciones favoritas de The Cure, el Atleti gana”. Lo hacen de forma aleatoria y hacía siete meses que no la escuchaba. Y pasó. Fue pisar el estadio y sonar Disintegration. Quizá el partido de hoy convierta esta señal en un presentimiento erróneo, otro de tantos. Como lo de los zapatos. Los tiré a la basura justo después del gol de Ramos. En mi maleta a Milán no hay un solo tacón de aguja. Hoy mi amuleto es otro. Lo llevo siempre encima cuando el Atleti juega. Pueden llamarlo como quieran. Manía, superstición, cábala o tontería. Pero..., ¿y si funciona?