Rossi y Márquez honran la memoria de Luis Salom

Ha sido éste un domingo extraño de carreras en Montmeló. El GP de Cataluña se ha disputado bajo el manto de la tristeza por el fallecimiento de Luis Salom, así que todo lo demás tenía una trascendencia muy menor en esta oportunidad. Había que correr, nadie lo dudó, ni siquiera el equipo y la familia del mallorquín, pero era inevitable que su recuerdo estuviera omnipresente. 'Siempre en nuestro corazón', se ha leído en las camisetas preparadas para la ocasión y seguro que será así, semejante tragedia no es de las que se olvidan con facilidad. Pero más allá de los gestos, de los símbolos, de los homenajes previsibles habría que quedarse con el apretón de manos entre Rossi y Márquez al acabar la prueba de MotoGP. Simboliza mucho más que cierta reconciliación entre dos rivales, en realidad representa el triunfo del sentido común y la deportividad, lo que nunca se debió perder en este deporte de héroes.

Héroes, sí. Porque se juegan la vida persiguiendo un sueño, por mucho que en ocasiones todos, incluyendo ellos, lo olvidemos. La muerte de Salom ha venido a recordarnos una evidencia capaz de remover conciencias y cerrar heridas. El italiano hablaba de recuperar la normalidad, dejaba de lado esa supuesta amistad que es inviable entre deportistas de este nivel pero sin renunciar al respeto entre quienes tienen la búsqueda de la excelencia y la superación como argumento vital. Ni el italiano ni el español podían sentirse cómodos en esa situación tensa y desagradable entre ambos, sólo necesitaban una excusa para pasar página y el destino les ha llevado a toparse con la crudeza de semejante desgracia. Sin duda que esto es intrascendental frente a lo verdaderamente importante, todos preferiríamos que 'El mexicano' estuviera subido en su moto mientras Rossi y Márquez seguían con su guerra fría particular. No hay consuelo para tanto dolor, sólo nos queda la esperanza de pensar que quizá algo hayamos aprendido.