Como un primer día de colegio

Un primer día de colegio nunca es fácil. Primero te ha costado dormir la noche anterior porque te has imaginado una y otra vez como iba a ser. Tu madre ha querido tranquilizarte pero en el fondo estaba más nerviosa que tú. Y cuando has entrado en el patio te has sentido como bloqueado frente a lo que se te venía encima. No eres peor que otros, incluso tienes algo de talento y no hay duda de que eres trabajador. Pero todavía te falta algo de tiempo para sentirte a gusto y poder ofrecer tu verdadera cara. Pues, ayer, la selección francesa se pareció mucho a ese niño que ha estado esperando y que, por fin, ha entrado en el cole con los grandes. Y ha tenido que pagar la novatada. No ha sido para nada un buen partido de mis compatriotas pero esa tensión que han sentido durante todo el encuentro era lógica. Tal y como lo escribí ayer en este periódico, la sociedad francesa necesita que su selección le regale una gran alegría y los futbolistas bleus lo saben mejor que nadie.

De ahí esa presión que ha provocado errores en los pases (Pogba), desajustes en la defensa (Evra, Rami) y falta de puntería en ataque (Griezmann). El gol de Giroud pareció quitar el corsé emocional pero el empate de los rumanos (muy bien organizados por cierto y que parecieron entrenados por el Cholo Simeone) fastidió la liberación colectiva… ¡hasta el golazo de Payet! Hablando de colegio, todos los franceses hemos estudiado las fábulas de La Fontaine y podemos recordar lo que escribió en ‘La liebre y la tortuga’: “No llega más pronto quien más corre: lo que importa es partir a buena hora”. Y no hay la menor duda de que, con esta victoria en el primer día, Francia ha escuchado el consejo.