El orgullo de España

Vi el partido junto a Paco Ortúñez, un veterano aficionado al fútbol (tiene 82 años) que ha visto lo peor y lo mejor de nuestra Selección. Con 0-0 me vaticinó que llegaría el gol. “Tomás, cuando uno es ambicioso y ataca, se gana”. ¡Viva España!

Un equipo con corazón. Después de 600 pases, 14 córners y una interminable lista de vicegoles (como se les llamaba antes a las ocasiones claras), irrumpió Gerard Piqué para poner su cabeza al servicio de toda la afición española, que estaba atacada de los nervios al ver cómo volaban de forma cruel dos puntos ante la acorazada Chequia. Piqué sacó esa raza que siempre tuvo con La Roja. El chaval ha cometido errores en su lucha dialéctica con el Madrid, pero con la Selección siempre ha dado la cara y ha rendido a un nivel excepcional. Y ayer, en Toulouse, cuando estábamos con el agua al cuello, el nieto de Amador Bernabéu (un caballero y un hombre encantador) nos regaló un gol heroico que con el tiempo será recordado como el que le metió su excompañero Puyol a Alemania en Sudáfrica. En las gradas del Stade de Toulouse celebraba el gol su pequeño Milan: “Ahí está con la camiseta de España”, le dijo orgulloso a Juanma Castaño. La imagen del gran capitán Ramos subido a los hombros de Piqué vale más que una campaña electoral. Esa imagen de Ramos y Piqué es el espíritu que debe llevar en volandas al equipo en busca de lo que hasta ahora fue una utopía para cualquier selección: ganar tres Eurocopas seguidas. ¡Vamos!

¡Fuera maldición! Nos recordaba Míster Chip en la víspera que en las cinco veces que España había jugado un 13 de junio jamás había cantado victoria. ¿Y qué? Cuando se juega con una idea clara de lo que se busca, con ambición, cabeza fría y corazón caliente, lo normal es ganar. Yo me salté la primera, la del 2-6 contra Escocia. Tengo coartada. En 1963 todavía no estaba este servidor en el mundo de los mortales. Pero la de 1990 en el Mundial de Italia ante Uruguay (¡y menos mal que falló un penalti Rubén Sosa!), el ridículo en Nantes ante Nigeria en el Mundial de Francia (la tarde que se prejubiló Zubi), el gol que se comió Molina ante los noruegos en La Bañera de Rotterdam en la Eurocopa de 2000 y el batacazo brutal ante Holanda en Salvador de Bahía en el Mundial de 2014, los vi todos desde la grada. Ayer estaba en la redacción de AS y ganamos. Bendigo mi ausencia.

Don Andrés de La Mancha. Mi paisano es único. Una especie en extinción. A sus 32 años, Iniesta está reviviendo sus mejores días. Hablaremos mucho del gol de Piqué, pero habrá que darle también espacio a esa rosca diabólica que llevaba un doble objetivo feliz. Si no hubiese llegado Piqué, habría aparecido Ramos al segundo palo para fusilar. La destilería de Iniesta llevaba la garantía del gol. Como dijo Camacho en la transmisión de Telecinco: “No tiene explicación que Iniesta no haya ganado nunca un Balón de Oro”.

Del Bosque y De Gea. El míster tomó la decisión más sabia y coherente. Si hace una semana el salmantino tenía claro que De Gea iba a ser su portero titular, haberle dejado en el banquillo suponía condenarle incluso antes que los jueces. El toledano mostró una entereza y una colocación admirables en las dos llegadas peligrosas que tuvieron los checos. Sobre todo la del minuto 92. Parada de gol. La transición dulce, en marcha.

¡Viva España! Los 9.000 compatriotas presentes en Toulouse (la cuarta ciudad de Francia está a sólo 90 kilómetros de los Pirineos españoles), dibujó una marea roja que tuvo que ver mucho con la victoria. En el fondo donde estaba llegó el gol y su aliento fue determinante. Unidos somos de oro.