Junto a los Griezmann, Martial y Coman, Paul Pogba tiene todo para ser una de las estrellas del equipo de Francia en los próximos años. Puede que el más grande. Con su exquisita técnica, su buen disparo y su increíble potencia física, el actual jugador de la Juve pinta a crack. Algunos me replicarán que ya lo es, pero para mí le queda todavía lo más duro: ser tan decisivo con su selección como lo es con su club. Por ahora, no es el caso. En 33 partidos con la camiseta gala, el centrocampista no ha sido ese jugador determinante que puede ser.

La culpa, en gran parte, la tiene su cabeza. A veces, el exjugador del Manchester United sale del partido mentalmente y desaparece. O más problemático: no hace los esfuerzos que debería hacer. Pero con Pogba, olvidamos lo más sencillo, su edad. Con 23 años, el francés tiene un margen de progresión increíble. A veces queremos ir demasiado rápido con las jóvenes promesas y les metemos demasiada presión o esperanza. Deschamps no dudó en meterle en el banquillo durante 45 minutos ante Albania, como toque de atención para mostrarle que todavía debe ir a más...