Iniesta: la sensatez y el arte

Los aficionados al fútbol de esta época (y de épocas pasadas) tenemos la suerte de haber sido contemporáneos de Kubala, de Di Stéfano…, y de Iniesta. Andrés, el muchacho sensato de Fuentealbilla, reúne algunas cualidades de esos personajes inconmensurables de la historia del fútbol: de Kubala tiene la capacidad para esconder el balón, de Di Stéfano tiene la velocidad para salir con él airoso, sabiendo ya qué ha de hacer con la pelota, a quién pasársela, con quién conjugar la sintaxis perfecta de su pensamiento futbolístico. De los dos tiene eso. Pero es mucho más: es Iniesta. En este nuevo fenómeno del fútbol mundial, que une a todas sus virtudes esa de la sensatez como la más determinante de su alquimia, se dan otras circunstancias que hacen que su situación en el campo sea a la vez una teoría y una práctica. Se mueve sin balón para que el balón se mueva; y cuando tiene el balón se sabe que el milagro que haga (un regate, un pase, un caño) siempre tendrá una consecuencia práctica. Al contrario que otros manieristas del fútbol, Iniesta piensa en el conjunto antes que en su propia figura, y desde esa humildad ha fabricado una imagen de entrega tranquila.

En cierta manera, este hombre sencillo al que le falta una luz para parecer santo es en el campo el trasunto, el delegado, del hombre que, con la misma sensatez, ha llevado a esta Selección a la excelencia del juego. Que Iniesta sea quien comande ese barco en el campo es una bendición para Del Bosque, para la Selección y para los que tenemos la suerte de ser sus contemporáneos.