Puntualidad germánica

Pocas naciones tienen en tal alta estima la puntualidad como los alemanes. En Köningsberg, los ciudadanos ponían en hora sus relojes aprovechando el paseo vespertino de Immanuel Kant, quien durante toda su vida no varió jamás sus rutinas. Han pasado muchos años, pero Alemania siempre comparece en el momento justo. Tras dos primeros partidos en los que no acababa de funcionar, ha sido oler los octavos y ponerse las pilas. Ante Irlanda del Norte volvió a verse a la Alemania reconocible. Con un delantero centro grandote creando espacios para las llegadas de Müller, Götze y Özil.

Pero una cosa es ser puntual y otra tener puntería. Alemania creó ocasiones para ganar por una goleada de escándalo. Entre los postes y el portero norirlandés, que a la salida del estadio debería haber ido a comprar lotería porque era su día de suerte, acabaron haciendo sufrir a los de Löw que oían como Polonia ganaba por 1-0 y si ampliaba si ventaja cuestionaba su primera plaza. Les faltaba un gol para asegurar el liderato, pero no había manera de conseguirlo ante una Irlanda del Norte que nunca desfalleció gracias a una afición estupenda que se pasó 90’ minutos cantando y bailando.