¿Se puede estar triste?

Me cuesta mucho escribir estas líneas. Reconozco que tenía preparadas unas cuentas bonitas ideas para celebrar la victoria de Francia pero que no había pensado en nada especial para la derrota. Mal por mi parte. Estaba demasiado “confiante” como diría Cristiano (vaya mala suerte, por cierto, aunque Portugal ha llegado a la final gracias a él). Y mis compatriotas los estaban también después de este triunfo en semifinal contra Alemania, nuestra bestia negra. Aunque, por la tarde, me vino una sensación rara al ver una imagen por twitter. Un aficionado adelantó en coche por la autopista a un autobús azul y lo filmó. Era el vehículo con él cual los jugadores franceses tenían previsto desfilar en las calles de París después de la victoria. Mal fario. Es algo como tocar la copa antes de jugar. Estoy muy decepcionado pero… ¿Tengo derecho a estar triste?

Creo que no. Porque, sinceramente, ya es algo milagroso para la selección francesa haber llegado tan lejos con un grupo con tan poco talento y después de muchos problemas y lesiones sufridas. Y, además, como comentaba ayer, lo más importante es que el terrorismo no ha podido impedir la fiesta. Gracias a las fuerzas del orden francesas por haber protegido a los aficionados y gracias a los visitantes por haber confiado en mi país.