Pedro Aurtenetxe, carácter y audacia

Pedro Aurtenetxe, presidente del Athletic desde 1982 hasta 1990, fue enterrado ayer en la iglesia de San Vicente de Abando, cercana a Ibaigane, el palacio del naviero Manuel de la Sota adquirido por el club en 1986. Fue una de las numerosas decisiones extraordinariamente significativas de Aurtenetxe, un hombre de carácter que no dejaba indiferente a nadie. Bilbaíno hasta la médula, impregnó con su personalidad a un club que asistió durante su mandato a algunos de los momentos más felices de su historia —los títulos de Liga en las temporadas 82-83 y 83-84, además de la Copa en 1984— y a un episodio cuya herida sigue latente: el caso Clemente-Sarabia, resuelto de manera administrativa con la destitución del entrenador en enero de 1986. Aquel asunto marcó la segunda parte de la trayectoria de Aurtenetxe al frente del Athletic, en medio de una división social que deterioró, primero visiblemente y luego con rencores silenciosos, la salud de la institución durante varios años.

Aurtenetxe, dueño de una compañía de publicidad, había figurado en los años anteriores como uno de los principales directivos de Beti Duñabeitia, primer presidente electo por sufragio universal tras la muerte de Franco. Sin embargo, se trataba de dos personalidades casi opuestas. Duñabeitia cultivaba un aire british que conectaba perfectamente con las viejas tradiciones del club. Aurtenetxe, más vehemente, con un temperamento más cercano al tópico del bilbaíno agreste, también representaba un modelo muy propio del Athletic. Por eso mismo, a nadie sorprendió que su primera decisión fuera designar a Javier Clemente como entrenador.

No era una elección sencilla. Dos años antes, en la segunda jornada de la Liga, el Real Madrid había masacrado 7-1 al Athletic en el Bernabéu. La derrota se interpretó como la señal evidente del fracaso de la política deportiva del Athletic. Se le condenó en la prensa a un seguro descenso a Segunda División. Lejos de consumarse el drama, el equipo remontó con Iñaki Sáez como entrenador. Terminó en el noveno puesto. Un año después, en la temporada 81-82, el Athletic acabó en el cuarto puesto. A una buena parte de la hinchada, le parecía razonable la continuidad de Sáez. Sin embargo, Aurtenetxe tomó una de las decisiones más audaces que se recuerdan en el fútbol español: eligió a Javier Clemente, el técnico del Bilbao Athletic. Tenía 32 años.

El carácter expansivo de ambos generó una corriente de optimismo que impregnó todos los rincones del Athletic. En la primera temporada de Clemente, el Athletic terminó tercero. Un año después (82-83) ganó su primera Liga desde 1956. El estallido social fue inenarrable. Para celebrar el éxito, la junta directiva de Aurtenetxe recurrió a una idea sensacional: utilizar una gabarra —embarcación que sirve para transportar mercancías en el puerto de Bilbao— como vehículo del equipo en el trayecto desde el mar hasta la ciudad, a 13 kilómetros de distancia. Rara vez se ha visto un espectáculo semejante.

Un año después, el Athletic conquistó el doblete. Se repitió la celebración en la gabarra, pero comenzaban a observarse algunos síntomas de deterioro. La fiebre del éxito alcanzó una temperatura excesiva. Clemente, convertido en una celebridad nacional, comenzó a discutir a Sarabia, uno de los jugadores de más clase del equipo. Lo que comenzó como un asunto menor se transformó en un seísmo brutal. Cuando Clemente proclamó el “Sarabia o yo”, el clima se volvió irrespirable. El 25 de enero de 1986, Aurtenetxe destituyó a Clemente. Arrancó una crisis de dimensiones históricas.

El caso Clemente-Sarabia condicionó la segunda etapa de Aurtenetxe, reelegido presidente en 1986. No fue el único problema al que se enfrentó. La derogación del derecho de retención, una práctica esclavista que podía atar a los jugadores de por vida a un club, significó el traspaso o la carta de libertad para algunos de los mejores y más jóvenes futbolistas del Athletic, caso de Zubizarreta, traspasado al Barça, o Julio Salinas, que fichó por el Atlético de Madrid. A la división social se añadió un problema deportivo de primer orden. Ahí volvió a manifestarse el carácter de Aurtenetxe, que en 1987 anunció el fichaje de Howard Kendall, el entrenador más famoso de la época. Había dirigido al Everton a cotas impensables. Aunque fue adorado por la gente, no tuvo el éxito previsto. Fueron tiempos difíciles para Aurtenetxe y el Athletic. Terminó su mandato en 1990. No se presentó a la reelección, pero su autoridad no disminuyó. Nadie duda de su poderosa influencia en el club durante los últimos 25 años.