Mala elección y mala suerte

Apenas hay clase media en las ligas sudamericanas, particularmente la brasileña y la argentina, caladero sobreexplotado por los clubes europeos. Allá conviven los que aún están por llegar (o que están aún muy lejos de llegar) y los que regresan de largas carreras, ya con aire decadente. Ese vaciado permanente de las competiciones locales permiten que un futbolista como Zé Roberto continúe capitaneando un equipo del fuste del Palmeiras con 42 años. Resulta, pues, un tiro al aire comprar una promesa de una liga en la que es casi imposible medir el valor real de un futbolista porque no hay con quién compararle. En ese contexto hay que situar el caso de Lucas Silva, fichado en invierno por un Madrid asustado por las bajas de Modric y Khedira.

Lucas Silva había sido elegido mejor medio centro del campeonato en un equipo, el Cruzeiro, que encadenó dos títulos y era asiduo de la Sub-21 brasileña. El Madrid pagó 14 millones, pero el fútbol europeo le pasó por encima. Pronto se adivinó que no sería remedio de urgencia y se recurrió al plan B: buscarle minutos en otro sitio para que espabilara. También salió mal. A Labrune, presidente del Marsella, no le gustaba. Y le gustó menos aún que no aceptara una salida al Anderlecht. Llegó a bajarle del autobús del equipo y no fue inscrito en la Europa League. Desde entonces sólo jugó cinco partidos. Ahora está en manos de los médicos, esperando una explicación a su dolencia que De la Red no encontró. La peor noticia en el peor momento.