La magia del minuto 93

Heroico. Corría el minuto 92. El Sevilla de Sampaoli y Lillo ya se relamía con una Supercopa cargada de simbolismo. Sin Emery también se podía ganar gloria y más títulos... Pero con el Madrid pocas bromas cuando hablamos de su territorio sagrado: EUROPA. Entonces irrumpió en escena Sergio Ramos, un héroe nacido en Camas hace 31 años y forjado precisamente en Nervión. Allí aprendió a sufrir y hacerse hombre entre jugadores con perfil de gladiadores. En el Bernabéu creció y se hizo futbolista de alto voltaje, capaz de convertir lo imposible en una bendita rutina. Ramos debería pedir que le cambien el dorsal. Desde ahora tendría que lucir el número 93 en su cotizada camiseta. En Lisboa marcó en el minuto 92 y 48 segundos. En Trondheim, en el 92 y 35 segundos. Con Tarzán no hay quién pueda. Él siempre arriesga, da la cara aunque se la partan y se equivoca a veces por ir con el corazón por delante, pero nunca te da la espalda. El capitán dignifica su brazalete con ese carácter que lo convierte en el clavo ardiendo de un equipo capaz de sobrevivir a una alineación en la que faltaban ¡7 titulares de Milán! El árbitro, el serbio Mirolad Mazic, le arrebató la gloria total al anularle en la prórroga un gol más grande que el Empire State Building. También el penalti fue rigurosísimo. Pero da igual. En este Madrid de Zidane hay sonrisas y pocas lágrimas, hay orgullo y pocos lamentos, hay fe y pocas excusas. ¡Campeones!

Efecto Zizou. El marsellés tiene baraka, está bendecido. Con él en el campo llegó la Novena (¿recuerdan su obra de arte?). Con él de ayudante de Ancelotti llegó la Décima. Con él de entrenador aterrizó la Undécima... ¡Y la Supercopa de Europa! Acumula dos títulos en sólo ocho meses en el banquillo. Con esa media habrá que habilitarle una sala anexa en el Museo del Bernabéu. Zizou ha rescatado la energía, la alegría y el poder de seducción de un equipo que había entrado en una peligrosa fase depresiva. Zidane, bendito seas maestro.

Marcó Marco. Fue la apuesta sorpresa del míster. Se atrevió con el joven talento mallorquín, dejando en el banquillo a Modric y a James. Ya avisó Zinedine que iba a “tomar decisiones”. El chico no quiso dejar mal a su mentor y firmó uno de los mejores goles de la historia de esta competición. Soltó un latigazo desde 25 metros que pasó por encima de la cabeza de Sergio Rico como cuando pasa un reactor por encima de nuestras cabezas. No pudo ni armar los brazos. Asensio debe dejar ya el dorsal número 28. Máquina, ya eres uno de los nuestros. ¡Felicidades!

Daniiiiiiiiiiii. El éxtasis llegó con el más vikingo de este vestuario matrimoniado con las conquistas continuas. Daniel Carvajal puso la primera piedra de Valdebebas junto a la leyenda Di Stéfano cuando era un chiquillo. Esa genética le dejaba señalado por los dioses madridistas. Pero tuvo que emigrar a Alemania, como tantos otros españoles hace cincuenta años, para ganarse un prestigio que aquí le negó Mourinho. En la final de Milán le apartó de la escena una lesión muscular. Abandonó San Siro entre lágrimas. El destino le debía una revancha. Y la tuvo. Fue de nuevo en el último minuto. El de la prórroga. Como Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como. Robo de balón en la medular y directo como una flecha al área hispalense. Golazo a la escuadra. Piña brutal de todo el equipo. Madridismo on fire. La FELIZIDANE continúa. La vida es blanca y bella...