Al ritmo de Usain Bolt

Atletismo en los Juegos Olímpicos Río 2016 en vivo online: domingo 14/08/2016

Usain Bolt se presentó en Río a ritmo de samba, literalmente. Siempre hay música y movimiento cuando entra en escena. Es igual que sea una conferencia de prensa o los momentos previos a una gran final. Hasta en esas cuestiones ha cambiado el panorama del deporte. En los Juegos de Pekín 2008, Jacques Rogge, rígido presidente del COI, como se espera de una institución de origen aristocrático y decimonónico, amonestó públicamente a Bolt por sus alegres ritos competitivos. Dijo que ofendía a sus rivales, aunque ningún atleta se quejó del comportamiento de Bolt. Al contrario, inyectó un ambiente festivo que ahora es común en la mayoría de los velocistas.

El gigante jamaicano comenzó ayer su recorrido hacia la final, un trayecto fascinante porque hablamos del hombre que ha ganado seis medallas de oro en los dos últimos Juegos Olímpicos. Su objetivo es alcanzar nueve medallas de oro. Tendrá que conseguirlo en Río de Janeiro porque ha afirmado que el próximo año abandonará el atletismo. Como ocurrió en las dos últimas ediciones olímpicas, la primera semana ha sido de Michael Phelps y la segunda de Usain Bolt, el puente perfecto representado por dos genios del deporte, quizá los más grandes del universo olímpico. Ahora llega el momento de Bolt, y nada mejor para empezar que la magia de los 100 metros.

No hubo sorpresas en la primera ronda, como es habitual. Nadie bajó de diez segundos. Los favoritos se movieron en un margen muy estrecho, entre los 10.01 de Justin Gatlin y los 10.13 de Trayvon Brommell. Bolt se quedó en medio, con 10.07, un paseo en toda regla. Pareció que se acababa de levantar de la cama. Estas marcas significan muy poco. Un aspecto fascinante de los 100 metros es su carácter teatral. Se escenifica un baile de máscara que dura dos días. Unos son impacientes. Otros, herméticos. Muchos se esconden. Alguno se exhibe. Bolt controla.

Si se diera una medalla al campeón olímpico y mundial de las series, el ganador sería Asafa Powell, que esta vez no participa en los 100 metros. Powell ha desmentido final tras final la condición de favorito que se le otorgaba en las rondas previas. En los Mundiales de 2003, cuando era un desconocido, se marcó un imponente 10.00 en la primera serie. Nunca se había visto nada igual. En la siguiente ronda fue eliminado por una salida falsa. Desde entonces ha sido la historia de su vida en las grandes citas. En los últimos años, nadie creía en Asafa Powell.

Bolt siempre da la impresión de manejar el circo de tres pistas. Nunca hace demostraciones en las series. Ni tan siquiera en las semifinales. No resulta fácil interpretarle, aunque cualquier aficionado sabe que Bolt guarda todos sus recursos, incluida su autoridad psicológica sobre los demás, para las finales, donde hasta ahora nunca ha entrado en situación de pánico.

El mismo Bolt festivo que organizó una fiesta con las sambistas más curvilíneas de Río, será el que acuda a la final de hoy, con una presión que a otros les resulta insoportable. Sobre las espaldas de Bolt descansan unas expectativas inigualables. Le han derrotado las lesiones y alguna perezosa temporada, pero no la presión. A Bolt le gusta la gente, y la gente está loca con Bolt. Este atletismo mal gestionado, decepcionante por tantos aspectos, ha tenido el mejor regalo del mundo: Usain Bolt.