Los Juegos y la Liga. ¡Qué dos mundos!

Empieza la Liga, con los Juegos aún en marcha. ¡Qué diferentes ambas cosas! Los Juegos son poco más de dos semanas cada cuatro años, la Liga es todos los años, y casi podríamos decir que, con sus añadidos varios, por delante y por detrás, en forma de supercopas, liguillas de ascenso y extensiones a Europa, llena todos los meses de todos los años. Los deportistas olímpicos, casi sin excepción, viven en el anonimato entre Juegos y Juegos, mientras que de los futbolistas se sabe todo. Se les ve jugar una o dos veces por semana, se sabe de sus entrenamientos, sus descuidos, de sus iras, de sus idas y venidas, hasta de sus peinados...

Los olímpicos trabajan en el anonimato, decía. Un día y otro, con la fatiga y el dolor como compañía, acumulando una potencia y una destreza que tendrán que poner en juego en día y hora fija, en un lapso de tiempo generalmente muy breve, a veces ni un minuto, a veces poco más, en el que se juegan todo el esfuerzo de esos cuatro años. Sí, por en medio hay europeos y mundiales, pero apenas se siguen. Los olímpicos sólo emergen de verdad en los Juegos, dan la cara por nosotros, se emocionan o se decepcionan. Nos alegran, nos distraen en el ocio del verano. Nos llenan de sincera admiración.

Luego, otro túnel de otros cuatro años, y eso el que esté en edad de seguir. De nuevo silencio, fatiga y dolor. Pero les quedará el orgullo de haber sido olímpicos, no digamos ya si han conseguido medalla. Ser olímpico es un privilegio superior. Casillas y Ronaldo (el gordito, el genuino) me confesaron por separado que lamentaban no haber estado nunca en unos Juegos Olímpicos. Todo el brillo de sus carreras no les ha servido para matar esa nostalgia. Sí, hoy empieza la Liga, esa baraúnda formidable que nos presta, como dice Garci, una vida de repuesto. Pero la verdad profunda del deporte está en los Juegos.