Estas medallas nos llegan al corazón

Los Juegos se acaban y la impresión que nos van a dejar es magnífica, incluso sin superar las 17 medallas de Londres. Llegar, aún se puede llegar. Es poco probable, pero sí posible. Van 11, que son 12 con la del baloncesto femenino, y quedan cinco opciones serias: dos en el piragüismo con Craviotto y el K-4, una en el baloncesto masculino, una con Ruth Beitia y otra con la rítmica. Justo para igualar las 17, pero es dificilísimo que se cumpla el 100% de posibilidades. De las ocho medallas que perseguíamos el jueves ganamos cinco. El 62%.

Si se volviera a conseguir ese porcentaje, sumaríamos tres medallas más y nos quedaríamos en 15. Mas los Juegos no pueden ser meros números, ni frías estadísticas. Eso queda para los entendidos. Los Juegos son mucho más que eso. Los Juegos despiertan emociones y nos dejan recuerdos imborrables. España lloró con Mireia Belmonte y lo ha vuelto a hacer con Carolina Marín. Cuando Carolina juega, no deja indiferente a nadie, porque se deja hasta el alma. Ayer consiguió que toda España se pusiera a jugar al bádminton.

Es lo que tiene cuando la entrega es total. Tanto ella como Mireia sabían lo que les esperaba en el momento que decidieron ser campeonas olímpicas. Sus entrenadores les advirtieron de que iban a conocer el infierno. Lo aceptaron. Vivieron la agonía, pero alcanzaron el éxtasis. Como los piragüistas (todos han sido medallistas o finalistas), cuyo sistema de selección es tan implacable que no admite un solo juicio técnico. Como Nadal, que jugó hasta acabar exhausto. Cuando las medallas nos llegan al corazón, ¡qué importa el número!