Rubén y Adán: la vida sigue igual

Poco importa que el rival fuera el Barcelona y el escenario el Camp Nou. Más allá de un resultado 'lógico' o de que esa 'lógica' seguramente convierta al Betis en el primer colista de la Liga, no hay coartada capaz de excusar el lamentable estreno oficial del equipo que este año entrenará Gustavo Poyet. Lo importante, lo decíamos los críticos y también los pelotas, era la imagen. Y la imagen, más allá del resultado, fue de equipo laxo y sin personalidad, de pim-pam-pum, de un muñeco de trapo. Por no hablar del inventito táctico de los tres centrales. Nadie se explica aún por qué.

Mal Felipe, regular Jonas Martin, tímido Mandi, desubicados Sanabria y Durmisi. Ni uno solo de los recién llegados concedió motivos o apenas dio señales para el optimismo en los próximos partidos, los de la verdadera Liga bética. Apenas los enésimos goles de Rubén Castro, que ya marca hasta de falta, para un espejismo al que también contribuyó durante algunos minutos Antonio Adán, el otro bético salvable a pesar de la goleada, capaz de evitar un sonrojo aún mayor. Los mismos que evitaron el año pasado un segundazo siguen y parecen abocados a seguir tirando del carro. Aunque no basten, eso estaba claro en la previa, para evitar un inicio más que decepcionante.