Usain Bolt interpretó la Novena Sinfonía en Río

Triple-triple al que hay que añadir otro triple de récords mundiales en su carrera olímpica. El relevo 4x100 metros fue su Novena Sinfonía. Nueva obras maestras; nueve oros. El jamaicano Usain Bolt, entre Pekín 2008 y Río 2016, necesitó exactamente seis minutos, 50 segundos y 22 centésimas en las pistas olímpicas para convertirse en el mejor atleta de la historia. Un triunfo muy breve en el tiempo, pero lleno de magia y emociones, más un atletismo y carisma arrolladores. Esto último en las pistas y fuera de ellas. Esperó impaciente en la prezona, el tramo de lanzamiento del que recibe en los relevos, recibió de Nickel Ashmeade el testigo en la mano izquierda, se lo cambió inmediatamente a la derecha, como hacía Carl Lewis, y, a partir de ahí galopó majestuosamente hacia sus últimas zancadas olímpicas, después de una trayectoria que ya era brillantísima y que ahora ha culminado de forma espléndida.

El público del Estadio Olímpico de Río estaba entregado al jamaicano. Y él entregado al público. Nunca antes había cogido la bandera del país anfitrión de una gran competición para dar la vuelta de honor, al estadio, pero esta vez lo hizo, ante el delirio de la grada. Besó la línea de meta de la calle cuatro, por la que había corrido. Y bailó con sus compañeros de equipo, en la mejor tradición caribeña y, sobre todo, jamaicana. Espectáculo. Siempre espectáculo. El último espectáculo olímpico de El Relámpago. Desde el Estadio Olímpico de Río, Usain Bolt salió lanzado hacia el vacío inenarrable de la gloria.