¡Bienvenido, Julen!

Efecto Lopetegui. Tuve la oportunidad de comer con Julen hace unos meses. Todavía le dolía el injusto despido sufrido en el Oporto, al que una feliz tarde de Champions le hizo soñar despierto clavándole un imperial 3-1 al Bayern Múnich. Salió en los postres el tema de la Selección, que preparaba entre dudas y recelos la Eurocopa de Francia. Me gustaron dos cosas. Su respeto absoluto hacia Del Bosque (nadie debe olvidar todo lo bueno que hizo el salmantino en Sudáfrica y Ucrania/Polonia) y cómo le brillaban sus ojos guipuzcoanos cuando le insinué que si aceptaría en el futuro ser el relevo de Vicente. Lo veía muy lejos, pero lo sentía muy cerca... Estaba preparado. Y en Bruselas se vio. Bélgica aparecía como la número 2 del ránking FIFA (inexplicable), pero les dimos un repaso absoluto. Y eso que estaba Roberto Martínez, técnico español de estreno con los belgas. Es un tipo cultivado y pretende sembrar allí la buena semilla que implantó en la Premier. Pero Lopetegui tenía este partido en su cabeza desde hace tiempo. Muy bien planificado y mejor ejecutado. ¡Bienvenido, Julen!

Arguineguín. Allí sucedió algo hace décadas que no nos han querido contar. En este coqueto pueblecito grancanario vinieron a este mundo Juan Carlos Valerón (41 años) y David Silva (30). El primero hubiera ganado un Mundial con la España de Camacho, el de Corea en 2002, si no llega a ser por aquel árbitro egipcio de cuyo nombre no quiero acordarme. Y el segundo ha sido uno de los artistas de la trilogía inolvidable de la Roja: Eurocopa-Mundial-Eurocopa. Disfrutamos de su magia en Viena, en Johannesburgo y en Kiev. Se han ido de su lado Xavi, Xabi Alonso, Torres, Villa, Puyol y hasta Casillas. Pero él se ha quedado para esta nueva aventura. En Bruselas firmó su partido con España número 104. Y nos regaló un máster. Y encima, los mete a pares. Uno en jugada para la videoteca, tras una combinación final maravillosa entre Carvajal y Vitolo. El segundo fue de penalti, que hay que meterlos. Él los tirará a partir de ahora. Buena propuesta y mejor apuesta. Con 26, ya ha alcanzado los goles que metió el mítico Butragueño con España. ¡Vaya pareja!

Efecto Costa. No es santo de mi devoción el hispano-brasileño, pero les reconozco que el killer del Chelsea revolucionó el ataque tras la desafortunada lesión de Morata. Diego Costa es incorregible. No lo digo yo. Lo reconoció él el otro día en Las Rozas. “Si dejé de ir a las convocatorias por mi carácter no hubiera vuelto a la Selección, porque yo no voy a cambiar”. Pero en momentos de transición futbolística y emocional, el de Lagarto puede aportar un elemento diferencial muy interesante. Salió al césped del estadio Rey Balduino como un toro desbocado. Pero sabía perfectamente donde embestía. Incisivo, presionante y participativo. Eso se llama hambre. Si sabe respetar el semáforo cuando esté en rojo, quizás estemos a tiempo de salvar al soldado Costa.

El futuro. A partir del lunes empieza lo serio, aunque sea ante un rival que parece de chiste (Liechtenstein). Con gente joven como Carvajal, Vitolo (enorme el grancanario, paisano de Silva), Sergi Roberto y Saúl (buen debut, máquina), esta España puede aspirar a regenerarse sin grietas. Ramos y Piqué siguen siendo los jefes de la fortaleza, pero a su lado los chavales verán crecer sus dientes sin traumas. España vuelve a sonreír. Bélgica fue abucheada por los suyos. Mérito nuestro...