El riesgo del amarillo

Desconcierto. El fracaso del Barça tiene su raíz en el desconcierto de los futbolistas nuevos. Y en el color amarillo, que es un riesgo mayor en un espectáculo. El portero no sabía que estaba jugando en el Barça. Mathieu creyó que estaba entrenando y regaló lo que pudo. Alcácer se equivocó de acera y no estuvo en la adecuada. Rompió el momento exquisito del debut; tendrá que ensayar de nuevo. El entrenador se equivocó de equipo, puso al que no correspondía. Se fue sudando de miedo al medio tiempo, pero su rectificación fue tardía, le faltó convicción. Aleix Vidal se quedó sin aliento, como si la mala suerte fuera insuperable. La calidad de Rakitic no se correspondió con nadie.

Un color de teatro y de riesgo. Y ahora vayamos al amarillo. Neymar se equivocó de color: el fútbol es puro teatro, como el que él hace; pero él no debe saber que en el teatro el color amarillo es un riesgo, porque la gente del teatro considera que da mala suerte. La mala suerte estuvo en el campo, por los goles fallados, por las ocasiones perdidas por el portero de ocasión, por el ambiente de desánimo que respiró el equipo. El fallo de Mathieu en el segundo gol parece consecuencia del desconcierto general. Una mala tarde, un mal color.

Por encima de las expectativas. Enfrente, el Alavés de Pellegrino, que disparó tres veces y marcó dos goles y medio. Con un ánimo así al Barça le gana cualquiera, pero en esta ocasión el Alavés no fue cualquiera. Estuvo por encima de las expectativas, que el Barça puso por debajo de la ocasión. En el banquillo estaba el equipo de verdad (Messi, Suárez, Iniesta) y en el que se puso a jugar estaba, como decía en Carrusel don Luis Suárez, un grupo de colegiales que estaban ahí por la casualidad del despiste y por la dinámica de las rotaciones.

Era tarde. Luis Enrique aplicó la vieja retórica de las rotaciones, dejó que el partido se pudriera y cuando se vino a dar cuenta el pescado había sido vendido en la portería propia, donde ha durado menos el prestigio inédito del holandés Cillessen (que jugó por la lesión en el último entrenamiento del titular Ter Stegen) que nuestra capacidad para deletrear su nombre. El Barça es un equipo de orden. Anoche dimitió de esa leyenda y se llevó una ingrata sorpresa.