¡Pucela, Pucela, Pucela!

Una de las preguntas del examen de selectividad al que se sometieron 40.000 estudiantes madrileños en 1994 planteaba: “Explique qué clase de adjetivo es ‘pucelana’ y qué significa”.

Este punto llamó la atención de la periodista de El País Paz Álvarez (actualmente en el diario Cinco Días), cuya serie de informaciones al respecto provocó que se anulase esa parte de la prueba (y los dos puntos que daba o quitaba), a raíz de las 12.035 reclamaciones presentadas. Razones había.

En primer lugar, “pucelana” ni siquiera figuraba entonces en el Diccionario. Y en segundo término, su efecto derivó en una discriminación por sexo: casi todos los chicos conocían la respuesta, mientras que fueron minoría las alumnas que acertaron con ella. Naturalmente, la clave se hallaba en el fútbol, sobre todo para quienes hubieran seguido la información sobre el Real Valladolid (entonces en Primera), cuyos aficionados corean para animar a su equipo: “¡Pucela, Pucela, Pucela!”.

¿Y de dónde sale eso de “Pucela”?

El término se relaciona tradicionalmente con una mesnada de católicos vallisoletanos que acudió a Francia en el siglo XV para apoyar a Juana de Arco, conocida como la pucelle d’Orleans. La palabra “pucelle” (del latín pulliccella) significa en francés “doncella”, pero la repetición macarrónica extendió la españolización “pucela”. A aquellos aventurados hombres de leyenda se les llamó en consecuencia “los pucelanos”, nombre que terminó adjudicándose a todos sus paisanos. De ese modo, se daría un curioso fenómeno regresivo de la lengua: del supuesto gentilicio “pucelano” se extrajo el topónimo “Pucela” (al contrario de lo que suele suceder).

Otra teoría, menos romántica, relaciona “Pucela” con el lugar donde se fundó la ciudad, una poza formada por los ríos Pisuerga, Esgueva y Duero. Esta relación entre “poza” y “pucela” ha sido establecida por Celso Almuiña, historiador de la Universidad de Valladolid.

Ni una ni otra hipótesis se toman como indiscutibles, porque no se dispone de ninguna documentación histórica (y eso hace pensar en invento reciente). De hecho, nadie en toda la literatura española escribió jamás “pucelano” hasta que lo hizo Luis Mateo Díez en 1986; y en la prensa, ese término aparece por vez primera en la temporada 1927-28 (en El Norte de Castilla), pero referido al equipo y no a la ciudad, según comprobó el propio Almuiña.

Así pues, el origen de “Pucela” sigue siendo un misterio digno de examen. ¡Pero no del examen de la selectividad!