¡Morata-ta-ta-ta-ta!

El mito del Bernabéu. En el minuto 89, muchos aficionados ya habían tomado destino rumbo a sus casas. Iban enfadados y molestos con la inesperada ‘derrota’ que les había endosado el magnífico Sporting de Jorge Jesús. Hombres de poca fe. Todavía no conocen a su amor, como sucede en muchos hogares. El Madrid jamás se rinde. Nunca te deja mal y menos al calor de su propia chimenea. Zidane, que se hizo catedrático del fútbol en este estadio, entendió la falta de química y sacó del verde a Bale (medio lesionado) y Benzema (perdido y sin fuelle) para dar entrada a dos cachorros de Valdebebas: Morata y Lucas Vázquez. Toque de corneta desatado y fuera tácticas encorsetadoras. La hora del fuego, pizarras a hacer gárgaras, Bernabéu on fire. Regresemos al final. Minuto 89. Los fieles, los que se quedaron, podrán contárselo a sus nietos. Primero, Cristiano. Él. El amor compartido de ambos equipos. Falta desde la frontal del área. Un guante de seda. Iba a la escuadra. Rui Patricio, héroe de la final de París, la tocó. Pero no pudo frenar la delicatessen de su amigo. 1-1. Algunos se daban por contentos. Insisto. Hombres de poca fe. El árbitro concedió cuatro minutos. En esos descuentos, el Madrid se convierte en una piraña despiadada. Huele la sangre como el tiburón blanco. Adivina el cruel destino que le espera a su presa. Los portugueses, enormes, solidarios y pétreos hasta ese momento, hacían agua por todas partes. En la última contra, banana gloriosa de James (¡viva Colombia!) y allí que vuela Morata. Sí. El canterano deluxe, el jabato que se hizo hombre y gladiador en Turín. Su cabezazo reventó el alma del Sporting y disparó el corazón de un Bernabéu enloquecido con sus héroes. Es el Madrid...

Humor juvenil. Morata es un chaval diferente a esos delanteros desmelenados y atolondrados tipo Cavani. Le achacan que es demasiado frío en su gestualidad, pero no le conocen bien. De hecho, por la mañana me hizo llorar de risa con la broma que le hizo a un amigo en el programa Anda ya de Los 40. Morata tiene sus momentos. Y anoche era el suyo. Como dijo el Cardenal Cisneros en la lucha que mantuvo con los nobles en 1516 para frenarles con su milicia urbana “estos son mis poderes”. ¡Morata-ta-ta-ta-ta!

Los hijos de Figo. Los portugueses me encantaron. El tal Gelson Martins (21 añitos la criatura) parecía el hijo de ese Figo, que también deslumbró en la banda derecha del Bernabéu en el duelo de Copa de la UEFA de 1994. También se salió de ojo William Carvalho, un Touré Yayá con diez años menos. Y Adrien Silva, capitán con galones y talento. El 0-1 era justo premio a su saber estar, disciplina e inteligencia posicional. Estos chicos son blanquiverdes también, pero no son el Celtic...

Pacto Ibérico. Horas antes del partidazo disfruté con la comida de hermandad que se organizó en el restaurante Fado, regentado por Paulo Carvalho, un enamorado del Sporting de Portugal y del Madrid con un nexo común: Cristiano. Él me avisó y casi lo clava: “Roncero, yo veo siempre al Sporting y te aviso. Mentalízate de que esto acabará 1-1”. A su lado brindaban los peñistas de Alameda de Osuna, We are the Champions de Torrejón, Calanda, Capote y Montera, El Prat, Peralta de Navarra, Alhama, La Diosa Blanca de Salamanca, Ruada de Escarabote, El Morell y Campos, así como Pedro Montes (¡maestro!) y Jandrín, del bar Alexis de Arévalo, que se casa este sábado. ¡Regalazo de boda!